Empezaré por el principio.
Antes de quedarme embarazada, pero ya con la idea de buscarlo, no paraba de hacer cálculos del mes en el que quería que naciera, de si tendría paro si me echaban del trabajo (sí, es increíble que a estas alturas las mujeres tengamos que seguir planteándonos esta posibilidad ¡Viva la conciliación!), y así un largo etcétera. Claro, conocía a tantas mujeres que se habían quedado a la primera (eso dicen), o sin querer en un arrebato de pasión, que lo suyo era tener todo bien atado y calculado, no fuera a quedarme embarazada en el primer intento y el tema me pillara "en bragas" (nunca mejor dicho).
Bueno, pues cuando por fin me quedé embarazada, llegué a la siguiente conclusión: Si te quedas embarazada a la primera, es que tienes la gran suerte de que el estrés no forme parte de tu vida.
Dio la casualidad de que nuestra luna de miel no fue precisamente relajante ni rodeada de daiquiris frente al mar Caribe. New York exige un pateo continuo, y más cuando el presupuesto y los días están ajustados al milímetro y quieres exprimirlo al máximo. Recuerdo una escena de dos locos corriendo por la Quinta Avenida en busca de un hotel dónde esperaba una furgoneta para hacer una excursión por los barrios "chungos". A tres manzanas según el plano... ¿Tres manzanas? Por favor, nunca jamás cometáis el error de guiaros por las manzanas en Nueva York.
Tras esta exprimida, estupenda y agotadora Luna de Miel, la vuelta al trabajo me recibió con la sorpresa de asumir mayor responsabilidad (bueno, aprender a asumirla como decían mis jefes, porque lo hacía por el mismo precio). Esto ocasionó los celos, envidias, miradas que matan y puñaladas de mis "queridos compañeros", que veían como "esa" que había llegado después que ellos, que era más joven, y porque no decirlo, mucho más simpática y mona (jijiji), empezaba a darles órdenes; sutiles claro, que yo en mi casa mando mucho y descaradamente, pero fuera me corto un poco más.
Así que con este panorama mi útero decía que nanai, que pasaba de alojar a nada ni a nadie. Y así pasaban los meses y llegaba el día en que me tenía que bajar la regla... Lo vivía con el corazón en un puño, cerrando los ojos cada vez que iba al baño, para no ver esa mancha delatora que me confirmaba que de momento no iba a ser mamá.
Pero llegó la Navidad con su halo conciliador y las aguas se fueron calmando, y mi querido estrés dejó de quererme tanto y me dio algún día libre para relajarme y disfrutar de mi tiempo. Obviamente también ayudó mucho el pedírselo a los Reyes Magos, que a finales de enero me sorprendieron con un regalito. ¡Nos habíamos quedado embarazados!
Fueron cinco meses de búsqueda en los que mi impaciencia me llevó a probar varios métodos que aceleraran el proceso. Daba igual que los estudios dijeran que el tiempo medio para que una mujer se quede embarazada es de seis meses. Yo conocía a varias (entre ellas mi madre), que se habían quedado a la primera, y no podía ser que mi cuerpo retrasara mis planes.
He de decir que desde que empezamos a buscarlo comencé a tomar Natalbén Preconceptivo, con Yodo, Zinc, Vitamina B12 y D y Ácido Fólico, mezcla que al parecer prepara para el embarazo y favorece la fertilidad. Aún así en el tercer mes de búsqueda y viendo que aquello no cuajaba, decidí ir al herbolario a pedir ayuda experta. Pues bien, de allí salí con un bote enorme de pastillas de "Maca" y unas decenas de euros menos en la cuenta. El bote era enorme, pero duraba un mes, porque había que tomarse 6 pastillas al día... cada uno! Valiente gracia la que le hacía a Papá Oso el tema de las pastillitas... Pero algo no iba bien (o eso le hacía pensar yo) y había que animar a sus "pequeñines" como fuera.
Y así, a golpe de pastilla, pasó otro mes más, y mi óvulo seguía esquivando a todo aquel que se quisiera acercar. Así que, en una nueva visita al herbolario y otro golpe de tarjeta, añadimos unas pastillas nuevas a nuestra vida. Esta vez sólo para él. Al parecer mejoraban la calidad y movilidad del esperma. Pero no queriendo desperdiciar un mes más, decidí añadir un método nuevo que nos facilitara cazar a mi óvulo desprevenido: los test de ovulación. Me los compré por internet muy baratitos, y además venían con varios test de embarazo, así que ya tenía el pack completo.
Yo siempre he sido muy regular, por lo que el test de ovulación solo iba a confirmar lo que ya sabía, que a mitad de ciclo ovulaba. Pero cosas del destino, la bendita rayita no se marcaba nunca lo suficiente. ¿Será que no ovulo? ¿Será que mis óvulos permanecen en los ovarios de forma perenne, o peor aún, que ni siquiera fabrico óvulos? Y mira que yo los síntomas de ovulación los tenía perfectamente detectados: dolor de pecho, flujo clara de huevo,... ¿Me estaría mi cuerpo engañando?
Menos mal que en el segundo mes de prueba, la rayita se vislumbro un tono más oscura; no tanto como a mi me hubiera gustado, pero lo suficiente para recuperar la fe en mi ovulación.
Y así, entre pastillas, test y mi estrés en horas bajas, mi querido ovulo se dejó atrapar, dando lugar a lo que acabaría convirtiéndose en un barrigón considerable.
Obviamente mis planes no cuajaron según las fechas previstas y mi embarazo transcurrió durante un delicioso verano madrileño, el más caluroso de la historia! Algo que mejor os cuento en su correspondiente post.
Hola, acabo de descubrirte....llevo 11meses de búsqueda,camino del 12 y aunque intentas respirar,es agobiante....a parte de la maca,cuales son las otras pastillas del herbolario??podrías decirme?...la maca va a ser de mis primeras comprar en el año nuevo ejejej
ResponderEliminarHola! Perdona, acabo de leer tu comentario.
EliminarLas pastillas que tomó mi chico son Pure Emotion de Drasanvi, también del herbolario. Contienen Arginina, Tribulus, Astragalus y Sishandra. Favoreces la movilidad de los espermatozoides.
Ante todo intenta estar muy relajada, yo creo que es lo que más me funciono. Ánimo! Me encantaría que me contaras como va evolucionando el tema. Un beso muy grande!