lunes, 18 de junio de 2018

Cómo me preparo para la segunda lactancia

Si hace tiempo que me lees, es probable que conozcas mi historia y lo que ocurrió con la lactancia de Pajarin, sino, puedes leer aquí el primer post que escribí en el blog hace ya casi tres años.

Estos casi tres años han dado para mucho, y mi información y formación no tiene nada que ver con aquella etapa. Entre otras cosas, me he formado como asesora de lactancia, lo que además de permitirme asesorar y ayudar a otras mujeres, supone que tengo una base sólida sobre la que apoyarme en caso de dificultades. Además, en este tiempo he conocido y me he rodeado de madres y profesionales a las que puedo recurrir si lo necesito en algún momento: compañeras asesoras de lactancia, amigas con experiencia propia en lactancia, IBCLC's (consultoras internacionales de lactancia), matronas, asesoras de maternidad y postparto, etc. 

Es precisamente mi formación y todo lo que he vivido en estos casi tres años de crianza, lo que me ha hecho ser consciente de la importancia de rodearse de personas y profesionales a los que poder recurrir en caso de necesidad. Y obviamente, cuando me refiero a recurrir a profesionales, lo hago pensando en servicios que tienen un coste. Parece que nos cuesta gastar en que nos asesoren, pero no en un carrito o una cuna, y es una pena. Una buena asesoría nos puede aportar grandes beneficios a corto y largo plazo, e incluso un ahorro (conseguir una lactancia materna exclusiva nos puede ahorrar cientos de euros en leche de fórmula).

Y bueno, ¿cómo me estoy preparando para esta segunda lactancia?

-En primer lugar contacté con una IBCLC, Inma Mellado, la cual fue profe de mi formación como asesora de lactancia, y me apoyó en la lactancia de Pajarin. Como ella vive en Madrid, aproveché uno de los viajes al máster y contraté una asesoría con ella. Fueron dos horas en las que estuvimos hablando de muchas cosas y en las que me propuso el "plan" a seguir para la lactancia de Polluelo.

-Hablé con mi "alma gemela" sobre una posible donación de leche materna. Ella es donante en el hospital 12 de Octubre (os lo contó en este post ), y ya antes de quedarme embarazada me había comentado alguna vez la posibilidad de donarme leche cuando tuviera un segundo bollito. El tema se ha complicado al haberme mudado a otra ciudad, sin embargo, nos hemos apañado de forma que en mis últimos tres viajes a Madrid me ha regalado leche que se extraía y que yo trasladaba en una neverita hasta casa, repartiéndola después en jeringuillas de 10ml y bolsitas de 30ml. No sé que cantidad tengo guardada, pero es un regalo de valor incalculable.




-A partir de la semana 34 aproximadamente comencé a extraerme calostro. Los primeros días me costó un poco, ya que no dominaba la extracción manual, apenas salían una o dos gotas y además estaba con la cabeza puesta en que Polluelo se colocase. Aún así, no me rendí y seguí extrayéndome mínimo una vez al día (aunque lo ideal serían tres, pero "no me da la vida") y poco a poco fui dominando la técnica y sacando un poquito más. Lo que salía lo iba recogiendo con una jeringuilla que posteriormente congelaba. Actualmente, de casi 38 semanas, lo máximo que he conseguido congelar es 0,8 ml obtenido en dos o tres extracciones. Es poco, sí, pero es oro líquido y no es significativo de lo que podrá extraer Polluelo ni de cuál será mi producción. Lo importante en este caso es la estimulación diaria. Aquí podéis obtener más información.




-He comprado un relactador, que es una "herramienta" para evitar biberones en el caso de tener que suplementar a Polluelo, y que esos suplementos los tome al pecho, de modo que mi estimulación sea constante y no se genere un rechazo temprano del pecho como ya pasó con Pajarin.

-Alquilaré un sacaleches eléctrico doble del que me han hablado bastante bien (es éste ) cuando nazca Polluelo, para tratar de estimular lo máximo posible los primeros días y que mi glándula mamaria se ponga al máximo de producción posible.

-Me he comprado, y leído, un libro que considero básico para toda madre lactante: "Somos la leche" de Alba Padró, al que podré recurrir ante cualquier duda que me pudiera surgir.

-Es posible, dependiendo de como transcurra el parto, que contratemos los servicios de unas matronas para que vengan a casa y "nos vigilen" de cerca, principalmente la evolución del peso de Polluelo y que la lactancia fluya.

-Además de todo esto estoy muy concienciada de que una lactancia materna exclusiva sería un milagro, y por lo tanto tendré que suplementar. La idea es que la leche de fórmula entre lo más tarde posible, y evitar biberones por lo menos al principio. Lo que también tengo claro (aunque no sé como lo verán en una semanas mis hormonas y mente de puerpera... ) es que quiero disfrutar de la lactancia y no vivirla como una carga y una autoexigencia constante. Ahora está también Pajarin y tendré que ver cómo vamos viviendo el día a día y tratar de fluir con las circunstancias.

Y esto es todo. Es algo que necesito hacer, por Polluelo y por mí. Iremos informando.


jueves, 14 de junio de 2018

¡Polluelo se ha colocado!

Hoy es un día feliz, muy feliz...

Tras semanas de incertidumbre y de un intenso trabajo personal, hoy teníamos cita en el hospital para la Versión Cefálica Externa, en la que iban a intentar, desde fuera, ayudar a Polluelo a colocarse para evitar la cesárea (más info aquí).

Y no ha funcionado, porque ni siquiera ha hecho falta. 
Previamente me han hecho una ecografía y ahí han comprobado que Polluelo ya tenía la cabecita abajo, ¡se había colocado él solito! Mi alegría (y la de Papá Oso), no podía ser mayor. Aunque confiábamos en la versión, obviamente preferíamos evitarla.

En media hora salíamos del hospital flotando y rumbo a celebrarlo con un buen desayuno. Yo lo de estar en ayunas lo llevo fatal, y si a eso le sumamos que apenas había dormido, mis energías estaban por los suelos, aunque con la buenísima noticia, la sensación de mareo había disminuido en parte.

Los días previos a la cita han sido raros... Creo que sé cuando se colocó Polluelo, exactamente de 36+6, ósea hace tres días, y aunque a ratos lo tenía bastante claro, en otros momentos dudaba. Este bollito se mueve muchísimo, y saber si es culo, cabeza, rodilla o pie, es bastante complicado. Esto es algo que con Pajarin no llegué a plantearme. Como en las últimas ecos estaba en cefálica, daba por hecho que permanecía siempre así y supongo que por eso no estaba tan pendiente.

En este caso, ha sido el hecho de tener más controles y el "miedo" a que el mioma no le dejara colocarse, lo que me ha hecho vivir las últimas semanas con incertidumbre y esa sombra de la cesárea acechando.

¿Y cómo he conseguido que se girara?

Pues no lo sé. Es decir, no sé si yo he tenido algo que ver, si ha sido solo cosa suya, o lo hemos hecho entre los dos.
En la semana 34, y tras comprobar en la consulta de la matrona que Polluelo tenía la cabeza arriba, empezó "la odisea". Comencé "tan tarde" porque al ser un segundo embarazo, el útero suele estar "más elástico" y les permite girar más tiempo. Además, en las dos semanas anteriores había notado como estaba colocado en diferentes posiciones, es decir, que seguía dando vueltas (el niño voltereta).

A partir de ese momento hablé y escribí a otras madres que sabía que habían pasado por experiencias similares (la mayoría con final feliz = colocación en cefálica), leí blogs, artículos de internet, etc.; y me inicié en lo que yo llamo "el circo del sol". Empecé a gatear, a ponerme con la cabeza abajo, a sentarme en la pelota para movilizar la pelvis, a colocarme junto a una pared con los pies arriba, a tumbarme con un cojín bajo el culo, a hablarle, a cantarle, a ponerle música en "mis partes bajas" a ver si acudía a la llamada, a iluminar esa misma zona con una linterna por si se sentía atraído hacia la luz, me coloqué un llamador de ángeles con el cordón muy largo, etc.

La idea era que en la ecografía de la semana 36 estuviera colocado y evitar que me hablaran de cesárea. Tampoco tenía claro si me iban a ofrecer la posibilidad de hacerme la versión externa por la presencia del mioma,... así que el hecho de que llegara ese momento me daba un tanto de "cague".

Viví esas primeras semanas de "trabajo" con bastante ansiedad. Polluelo se movía mucho y no sabía si algo estaba funcionando o no. Me sentía un tanto ridícula y también que le estaba presionando sin necesidad, que aún tenía tiempo para colocarse y estaba dudando de su capacidad para "encontrar el camino correcto".




En la semana 35, de nuevo en la consulta de la matrona, comprobaron que seguía con la cabeza arriba, aunque esta vez en el lado contrario. Eso sí, sentando no estaba (y creo que no lo ha estado nunca), sino que se colocaba en transversa o diagonal.
Ese fin de semana tenía máster en Madrid y decidí alargar unos días mi estancia, aprovechando que Papá Oso libraba y podía quedarse "mano a mano" en casa con Pajarin. Necesitaba estar conmigo y con Polluelo, relajarme, quedar con amigos, plantearme posibles alternativas si las cosas no salían como esperábamos,... Y eso hice. Compartir con mis compañeras del máster fue tranquilizador y en esos días conseguí ir reduciendo la ansiedad para dar paso a la confianza y la aceptación.

Casi de 36 semanas empecé con la moxibustión, una técnica tradicional china, recomendada por la OMS para evitar cesáreas innecesarias, cuya efectividad no está muy clara, pero ciertos estudios le otorgan un alto grado de efectividad. 
Y ahí estuvimos a vueltas con "el puro" una semana, apestando a tabacazo, pero muy aplicados. Algo que seguía combinando con "el circo del sol", conectar con Polluelo y tratar de estar tranquila y viviendo el día a día.

Llegó la ecografía y como ya sabía, Polluelo seguía con cabeza arriba, tan agusto. Por suerte, ese día estaba otra ginecóloga, majísima, que me recomendó hacerme la versión externa, ya que además al estar en transversa podía ser más fácil. En una semana tenía la cita.

Ese mismo día acudí a la osteópata a ver si animaba a Polluelo, y tuve una sesión con una mujer maravillosa, Àngels Torras (es madre de Miriam Tirado, que igual te suena más). Necesitaba hablar con alguien que supiera acompañar estos procesos, y aunque me sentía bastante tranquila y preparada para lo que viniera, no estaba de más poder hablar con alguien que me proporcionase herramientas para afrontar todas las emociones que estaba viviendo en estas semanas. Hablamos de la versión externa, de una posible cesárea, del parto, del miedo a cómo llevaría Pajarin la llegada de su hermano, etc. Fue genial poder contar con ella y me aportó mucha calma.

Hace unos días, cuando tuve la sensación de que podía haberse colocado, dejé la moxa y los ejercicios, creía que ya había sido suficiente. Pero seguí hablando con Polluelo, explicándole por qué colocar la cabecita abajo era lo mejor, y que si él no podía o no estaba preparado, nos ayudarían desde fuera. 
Ayer, además, me dí un baño, el único que me he dado en el año y medio que llevamos en este piso. Y no hice nada especial, estar en silencio y relajarme, permitirme ese espacio para nosotros dos, ahora que seguimos siendo uno...




Y hoy, ¡sorpresa! Polluelo estaba colocado. Tal vez solo había que darle tiempo, y tal vez pueda girar de nuevo. Pero confío en él, totalmente. Sabe lo que tiene que hacer. Ya me lo ha demostrado.

martes, 5 de junio de 2018

La sombra de la cesárea

Hace ya varias semanas que una sombra me acecha.
Los primeros días era oscura, enorme, como una nube de tormenta que me seguía allí dónde iba, sin descanso.
Poco a poco, la nube se ha ido haciendo más pequeña, y aunque sigue siendo oscura y anunciando tormenta, he conseguido aceptar su compañía, aunque hay momentos que me asusta y se hace dueña de mi mente.

Polluelo tras la eco de la semana 32 en la que estaba colocado en cefálica (cabeza abajo), decidió girarse, y creo que en las siguientes tres semanas fue alternando posiciones, o eso era lo que yo sentía. De hecho, me asusté bastante una mañana en la que noté que me mareaba, que apenas podía respirar y que  tenía ganas de vomitar. Algo había cambiado, notaba la cabeza de Polluelo arriba y no era nada confortable. Además, si esa situación no cambiaba, podíamos estar “condenados” a cesárea.

Y sí, sé que la cesárea cuando realmente es necesaria, salva vidas, tanto de la madre como del bebé, pero eso no significa que no de miedo (pánico más bien).

Al miedo a lo desconocido se unían el miedo al dolor, a que algo no fuera bien (el riesgo de muerte materna se multiplica por siete en relación al parto vaginal), a la recuperación teniendo otro hijo, a los días de ingreso en el hospital, a las posibles complicaciones con la lactancia (que ya tengo de por sí), a las repercusiones que tiene tanto para madre como para bebé, etc.

En este embarazo y parto/nacimiento de mi segundo hijo, cuento con mucha más información que en el de Pajarin. Y eso, para algunas cosas está bien, pero para otras no tanto.

He escuchado varias veces aquello de “Bueno, al final lo importante es que los dos estéis bien”. Y bueno, sí y no. Por supuesto ese es el objetivo final, pero el camino también es importante. No vale todo y de cualquier forma. Tanto para el bebé que llega como para la madre que da a luz, ese momento es crucial en sus vidas y ser consciente de ello, hace que lo de resignarme no vaya conmigo.

Además, algo que ha influido en mis miedos, es el protocolo que siguen en mi hospital de referencia (Virgen del Camino-Pamplona) cuando se trata de cesárea. Da igual que sea programada o de urgencia, que la forma que tienen de “trabajar” es la misma. La madre está sola en el quirófano con los brazos atados, y una vez que nace el bebé se lo enseñan y se lo llevan a que le revise el pediatra, para que después, si todo está bien, haga piel con piel con el padre. La madre permanece en la sala de reanimación un mínimo de 1h-2h sin su bebé, sola, sin poder iniciar la lactancia ni tener ese contacto continuo tan importante durante esas primeras dos horas.

Tal vez te parece normal, porque en muchos hospitales se sigue haciendo así, pero lo siento, a mi me parece del siglo pasado, y cruel para madre y bebé. De hecho, es algo que me sorprende enormemente en una Comunidad como la de Navarra, que tanta fama tiene en el resto de la península respecto a la calidad y avance de su sistema sanitario.

El parto de Pajarin fue maravilloso, tanto por la atención como por cómo fue transcurriendo todo. Y tener esa experiencia previa ha hecho que tuviera unas expectativas creadas respecto al nacimiento de Polluelo. Mal por mi parte. Si algo estoy aprendiendo en este embarazo es a eliminar expectativas. Cuando no depende de mí, ni puedo controlarlo, pueden convertirse en una verdadera frustración.

En estas semanas he tenido que aceptar, dejarme fluir, confiar y acoger.
Aceptar que mi hijo, tal vez no quiera nacer como a mi me gustaría, pese a que creo firmemente que es lo mejor para los dos.
Dejarme fluir y vivir cada día con lo que vaya viniendo, sin centrarme en el final sino en el hoy.
Confiar en que en la vida todo pasa por algo y por lo tanto, lo que estoy viviendo en este embarazo tiene su por qué. Confiar además en mi cuerpo y en el de mi bebé, ciegamente.
Acoger a mi hijo y sus circunstancias y posiciones. No pretender que sea y se comporte como yo deseo, sino como es él.




Todo lo anterior no quiere decir que no haya hecho nada al respecto. No soy de resignarme y pensar que lo tenga que ser será sin realizar ningún intento de cambio. Así que estoy probando todo aquello que está en mi mano. Al principio lo vivía con ansiedad, pero a día de hoy he conseguido llevarlo con tranquilidad e incluso con humor.


Y lo sé, no depende sólo de mí, y puede que Polluelo esté “flipando” con su madre y a lo que se dedica últimamente, pero oye, si “suena la flauta”, eso que ganamos.