martes, 16 de febrero de 2016

La rara del biberón

Está claro, la teta está de moda. Sí, queda feo, pero digo de moda porque parece que es lo único que mueve a esta sociedad: las modas. No creo que en ningún momento la lactancia artificial superará a la lactancia materna, ni en calidad ni en beneficios para los bebés. Ni creo tampoco que toda una generación (o varias) de mujeres, no tuvieran leche, o ésta no fuera la adecuada para sus bebés. Simplemente el biberón se puso de moda. La incorporación de la mujer al mundo laboral requería facilidades en el cuidado de sus hijos y esta fue una de ellas. Recuerdo comentarios como: "Yo le di tres meses el pecho, y vamos, bastante fue..."

Pero las modas pasan, y llegan otras, y recuperamos costumbres perdidas. Costumbres tan básicas e importantes como dar el pecho a nuestros hijos, y si puede ser de forma prolongada mucho mejor. Hoy en día, la mujer que está convencida de dar el pecho a su bebé (y salvo problemas asociados a la lactancia), no se suele plantear dejarlo antes de los seis meses. De hecho la OMS recomienda lactancia materna exclusiva durante este tiempo. Algo que se da de bruces con una baja por maternidad de cuatro meses. En fin, nuestro país con su lógica aplastante.

Hoy en día no es raro que bebés de más de seis meses, e incluso de un año (y dos y tres), sigan mamando.

Y es aquí, con este panorama, donde nos hayamos Pajarín y yo, con nuestro biberón, rodeados de tetas y soñando con la que iba a ser nuestra lactancia materna prolongada (bueno, soñada por mi, que él dice que pasa de tetas).

Leer a Rosa Jové, Carlos González o Adolfo Gómez Papí entre otros, que alaban constantemente la lactancia materna (como es lógico); acudir a las reuniones de La Liga de la Leche, a grupos de crianza con apego, porteo, etc. A veces se me hace un tanto cuesta arriba.

Incluso he llegado a encomendarme a todos los santos y pedirle a Pajarin al oído, que aguante, que no le entre hambre, que queda un poco raro un bibe en ese ambiente. Ni caso me hace, y le da unos chupetones al bibe que es imposible que pase desapercibido.

De todas formas, yo no pierdo la oportunidad de contar mi historia y el por qué del biberón. Siento que me tengo que justificar para que no me juzguen, aunque en la mayoría de ocasiones solo me juzgo yo. He de decir que desde que me he perdonado lo llevo mucho mejor.

Y en plan reivindicativo, y teniendo en cuenta mi experiencia, por favor no demonicemos los biberones y la leche artificial. Yo soy pro lactancia materna y ojalá mi hijo se hubiera podido alimentar de mi pecho, pero cuando no es así, ese odio a los biberones que se respira en algunos ambientes, pueden generar una frustración y un dolor en la madre que no puede amamantar, que dificulta mucho más la situación.

Es importante conocer los beneficios de la leche materna, saber que no hay nada mejor para tu bebé, disfrutar de la conexión y el placer que supone la lactancia; pero respetemos las decisiones de cada madre, nunca sabemos que se esconde detrás de un biberón, y como dice "mi alma gemela": "lo importante no es dar teta, sino dar amor" (igual la frase no era así, pero el significado es el mismo.

















viernes, 5 de febrero de 2016

Y por fin, después de cuatro meses...Me perdono

Ayer Pajarin cumplió cuatro meses, con sus correspondientes vacunas de regalo.
Cuatro meses ya desde que le sostuve por primera vez, desde que por primera vez mamó de mi pecho. Casi diecisiete semanas desde que descubrí mi hipogalactia.

Y por fin he decidido perdonarme. Sé que no soy la culpable de esta situación, pero el saberlo no implica interiorizarlo. Han sido cuatro meses de constancia, paciencia (que de eso no tengo demasiado), obstáculos y culpabilidad (a veces); aunque todo esto se contrarrestaba totalmente cuando mi bebé comía de mi pecho.

Esta "lucha" se tornó más complicada hace aproximadamente un mes y medio. Pajarin empezó a rechazar el pecho. Así, de repente, yo creo que porque estaba con mocos y en el pecho respiraba con más dificultad que con el biberón. Y él, que me ha salido muy listo, diría, "en la teta me asfixio y no sale casi nada; pasando de teta".

He de decir que al principio lo hice muy mal. Ante un rechazo no hay que insistir y yo lo hice, aunque poco tiempo, porque no funcionaba y los cabreos eran mayores. Y no se trataba de un rechazo porque saliera poca leche; Pajarin no llegaba a coger el pezón, simplemente acercarle era motivo de enfado. 

Por las noches sí mamaba, con los ojos cerrados le daba igual lo que le metieras en la boca, siempre que saliera algo de leche. Incluso en la primera toma de la mañana comía pecho tranquilamente. Y, aunque el rechazo comenzó solo en algunas tomas, poco a poco se fue extendiendo a casi todas. Lo consulté con mi asesora de lactancia de La Liga de la Leche y me recomendó mucho piel con piel para fomentar que mamara.

Hacer piel con piel en Madrid en invierno es un tanto complicado, aunque más de un día me he visto en plan "barra libre" a ver si Pajarin picaba (creo que fue una de las causas de mi catarro). Lo que sí funcionó fue bañarnos juntos, de hecho es de las cosas más bonitas que he hecho en este tiempo. Recomendación personal si tienes un bebé (y bañera): no tengas miedo, báñate con él, es un momento mágico.

En todas las tomas que no comía pecho (al principio alguna y al final casi todas), me extraía con el sacaleches. Casi nada, pero evitaba que me bajara la producción. Eso suponía que si un fin de semana no me sacaba porque pasaba el día fuera haciendo cosas, mi poca leche se reducía a casi nada. Así que el estar fuera en alguna toma me suponía una carga de conciencia importante.

Pajarin fue dejando de querer pecho por la noche, y ya solo hacía la toma de la mañana y casi siempre la del baño (si podía bañarme con él). Así que mi lactancia mixta se convirtió en un mano a mano con el sacaleches, y la idea cada vez me entusiasmaba menos. Me dejó de gustar del todo cuando me empezó a hacer herida. Demasiada molestia para cuatro gotas. El momento de la extracción era cada vez menos deseado y mi falta de oxitocina tampoco ayudaba demasiado. 

Pese a todas las voces que me decían que lo dejara, que ya había hecho suficiente, que lo importante era que el niño estaba bien, yo sabía que el convencimiento tenía que ser mío y no de los demás. Y si dejaba de insistir sería porque ya no había más salida, no quería quedarme con la "espinita" de haber podido hacer algo más.

El relactador también formó parte de nuestra aventura, aunque con un papel muy limitado. Los cabreos de Pajarin eran mayores todavía y mi frustración aumentaba. Decidimos descartarlo.

Hasta que por fin decidí perdonarme.

Me perdono por no tener suficiente leche  para mi hijo. Pese a que no me hubiera planteado alimentarle de otra forma, pese a saber que la leche materna es lo mejor para él.

Me perdono haber fracasado en nuestra lactancia mixta. Pese a que mi idea era que no acabará nunca, bueno sí, cuando él decidiera, y parece que ya ha tomado la decisión.

Me perdono haber dejado de sacarme leche. Ese aparato (del demonio) no sabía sacarme todo el partido posible, y era mayor el agobio que la leche que extraía.

Me perdono el quedarme sin leche probablemente pronto. Pajarin hace como mucho una toma al día y hay días que ni eso. Aunque me muera de envidia viendo a otras mamás amamantando.

Me perdono los días de agobio, de lágrimas y de frustración. Un bebé sano es lo más importante. A veces he sentido que buscaba más mi placer que otra cosa. Que me daba pena más por mí que por él. Aunque sé que cada gota de mi leche era oro para él, para su sistema digestivo e inmune.

Me perdono por exigirme hasta la extenuación, hasta que no hay más salida, hasta agotarme yo y agotar al resto.

Por fin, después de cuatro meses... Me perdono