martes, 28 de marzo de 2017

Retirada respetuosa del biberón (y la leche de fórmula)

Cuando Pajarin cumplió 12 meses una nueva inquietud llegó a mi vida. 



Guiándome por la mayoría de expertos en la materia (Julio Basulto, Carlos González, la Agencia de Salud Pública de Cataluña, etc), a partir del año de edad los niños pueden tomar leche (entera) de vaca, así cómo queso tierno y yogures (naturales y sin azúcar a ser posible). Y he aquí mi preocupación, ¿cuándo podré llegar a sustituir la leche de fórmula por la leche de vaca? No es que tuviera una excesiva prisa, pero había varios motivos que por lo que no quería demorarlo demasiado:

1. La leche de fórmula es cara (muy cara teniendo en cuenta que si no puedes dar leche materna es el alimento principal de un bebé durante su primer año de vida). Nosotros seguimos utilizando la 1, ya que es la más parecida a la leche materna. De hecho es algo recomendable, siempre y cuando puedas permitírtelo económicamente.

2. La leche de fórmula no se compra en el supermercado. Necesitas una farmacia cerca, que además disponga de la marca que usas.

3. El proceso de preparar un biberón es mucho más entretenido que dar un vaso de leche (sobre todo de madrugada)

4. Y por último y lo más importante, la leche de fórmula contiene ACEITE DE PALMA (por lo menos la nuestra). Confieso que lo descubrí hace unos días porque una amiga me lo dijo, y me sentí una muy mala madre. Pajarin ha estado consumiendo aceite de palma desde su primera semana de vida y yo sin saberlo. Pero lo peor de todo es que me parece increíble que permitan este tipo de ingrediente en alimentación para bebés. En fin, cosas de madre primeriza que no se volverán a repetir.

Teniendo en cuenta todo esto, se me hizo un nudo en el estómago cuando Pajarin probó las primeras veces la leche de vaca y puso una cara de asco tremenda. ¿Y si no le gusta? ¿Qué le voy a dar? ¿Y si NUNCA puedo retirar la leche de fórmula? Esos nunca que tanto aterran a las madres...

Pues bien, dentro de esta vorágine de pensamientos, me sorprendió mucho escuchar a Carlos González en una conferencia afirmando que el biberón había que retirarlo al año, que la leche mejor de vaca y en vaso. La necesidad de succión de un bebé suele estar presente hasta los dos años, por eso es "tan difícil" retirar chupete y biberón (o teta) antes. Así que, al igual que en el resto de aspectos de nuestra crianza, consideré que lo más conveniente era seguir el ritmo de mi hijo, estar atenta a sus necesidades y aunar recomendaciones de distintos expertos en función de ello.

Me parecía interesante hacer un post sobre este tema, ya que no lo considero un proceso sencillo y al igual que hay mucha información sobre destete respetuoso, he pensado que tal vez nuestro proceso podría ayudar a otras familias que se encuentren en la misma situación.

Empezamos a darle leche de vaca en el desayuno. Al principio solo la utilizaba para echar cereales y rescatarlos con la cuchara. Más tarde empezó a mojar pan, galletas, fruta... Y posteriormente decidió beber un poquito (en vaso, taza o cuenco).




En cuanto a los biberones, mientras introducíamos la leche de vaca en el desayuno y merienda, seguimos dándole leche fórmula para dormirle y en los despertares nocturnos. Consideramos mejor una introducción paulatina, ya que la leche de vaca suele ser algo más complicada de digerir. Además nuestra enfermera nos indicó que mejor retrasar el cambio a los 15-18 meses debido a que la composición de la leche de formula aporta determinados componentes necesarios para las defensas del bebé (no sé hasta que punto es esto cierto, pero como no teníamos prisa, le hice caso por primera vez).

Hacia los 14-15 meses le dimos leche de vaca en biberón para el momento de dormir la siesta. Alguna vez lo rechazo y le tuvimos que preparar de fórmula, pero poco a poco lo fue aceptando y conseguimos que se durmiera con leche de vaca, aunque por la noche seguíamos manteniendo la fórmula.

Además de esto, y en el proceso de ir retirando biberón paulatinamente, decidimos intentar dormirle sin él. Cuando era más pequeño se quedaba dormido tomándolo, pero ya no funcionaba así, tomaba un poco y seguía de marcha un buen rato. Al principio nos costó un poco porque lo demandaba, se quitaba el chupete y señalaba la puerta, ¿y qué hacíamos? Se lo dábamos simplemente. Esto se fue reduciendo hasta el punto en el que nos encontramos ahora mismo, en el que no toma biberón para dormir siesta ni por la noche.




Una vez que eliminamos el biberón "de dormir" (que ya se lo hacíamos de leche de vaca), retiramos totalmente la leche de fórmula. Se sigue despertando por la noche y haciendo una o dos tomas, pero ya son de leche normal (de vaca vamos).

En cuanto a retirar definitivamente el biberón, no nos vamos a exigir nada ni a marcar plazos. Habrá personas y profesionales que no estén de acuerdo. Consumir líquidos azucarados (zumos principalmente) en biberón no es recomendable cuando tienen dientes. No tengo muy claro si esto es aplicable a la leche (contiene lactosa, que es un azúcar), pero con la cantidad en biberón que consume no es algo que me preocupe demasiado.

Los niños viven en constante evolución y suelen ser los agobios de los padres y madres (esos NUNCA y esos SIEMPRE) los que nos llevan a acelerar procesos y olvidarnos de sus necesidades, de su ritmo, que no suele coincidir con el nuestro.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Tiempo de criar

"Las madres, que no paran de hacer cosas, suelen pensar que no hacen nada. Se sienten solas, invisibles y poco importantes. Sin embargo, su trabajo contribuye a algo que es mucho más que una organización (empresa). Cada madre prepara a su hijo para pertenecer a la sociedad que todos compartimos. No es exagerado decir que toda la civilización depende del trabajo de las madres. (...) Si se sienten poco importantes es, sin duda alguna, porque no se reconoce debidamente el valor de su trabajo" [Lo que hacen las madres; Naomi Stadlen]

Este párrafo lo leí por primera vez cuando Pajarin tenía aproximadamente tres meses, y 15 meses después he vuelto a encontrarme con él. Me parece increíble que no lo recordara, lo subrayara o lo apuntara en algún cuaderno. Aún estaba de baja maternal, con problemas con la lactancia y las hormonas locas de un postparto intenso; así que supongo que no era el momento para que este mensaje me calara tanto como lo hace hoy.

Hace aproximadamente un mes conseguí adquirir consciencia de algo fundamental: mi tiempo. En el master que estoy haciendo, nos propusieron una dinámica en la que crear nuestro propio espacio y pensar en nuestros tiempos; a qué dedicamos nuestro día a día, cuánto tiempo nos dedicamos, etc. Y mi dedicación principal, por elección propia, es estar con mi hijo. Y cuando digo estar con mi hijo no me refiero a estar en casa y ocuparme de limpiar, poner lavadoras, ir a comprar, etc etc; y de paso quedarme con Pajarin y evitar llevarle a una escuela infantil ya que yo no trabajo. Estar conscientemente, estar presente y hacer esa labor tan importante de ser madre. 

"La maternidad permite a un recién nacido convertirse en un niño capacitado"

Creo que generalmente nos dejamos arrastrar por ese modelo tan arraigado en la sociedad del "ama de casa". Esa mujer que se queda en casa y se ocupa de toooodo mientras su marido trabaja para mantener a la familia. Sí, verdad, el dinero es necesario para comer y pagar facturas, pero ¿quién "mantiene" realmente a la familia? O mejor dicho, ¿quién la sostiene?

Precisamente tenemos visita en casa, y mi suegra se asombraba de que Papá Oso y yo nos repartiéramos determinadas tareas domésticas, "porque él va a trabajar y yo me tengo que ocupar de la casa". No me lo tomo de forma personal, porque sé que es algo interiorizado culturalmente y por su propia vivencia. Ocuparse de criar tres hijos, además de llevar el peso de la casa, es algo "normal", que han hecho y hacen muchas mujeres, "porque para eso están en casa".

Ser consciente de que mi tiempo hoy es el de criar, el de estar con mi hijo y vivir cada instante con él. Son momentos que no volverán y que pretendo atesorar como un regalo. La vida me ha dado la oportunidad de escoger, y mi elección es la de disfrutar de Pajarin, de vivir intensamente cada día, los buenos y los malos. 




Es el trabajo más importante de mi vida...
Aunque no genere beneficios a ningún empresa.
Aunque no cobre objetivos ni me ingresen una nómina a final de mes.
Aunque la sociedad no reconozca el valor de mi trabajo.
Aunque en ocasiones sienta que no he hecho nada en todo el día.

Tiempo de criar. 
Tiempo de mancharme diariamente, de tierra o de comida entre otros.
Tiempo de leer el mismo cuento una y otra vez, hasta aprendérmelo de memoria y poder recitarlo en cualquier momento si la ocasión lo requiere.
Tiempo de escuchar canciones infantiles en bucle (y que además me gusten).
Tiempo de hacer reír, con cosquillas, caras raras y bailes ridículos.
Tiempo de recoger lo mismo una y otra vez.
Tiempo de caer rendida en la cama con la satisfacción de haber disfrutado del trabajo más importante de mi vida: ser madre.


Podéis descargar esta preciosa lámina aquí

miércoles, 15 de marzo de 2017

Mi nueva vida

Casi seis meses después de mi última publicación, vuelvo a la carga y aprovecho que Pajarin duerme la siesta para intentar escribir un post "del tirón".

Estos meses de desaparición han sido una montaña rusa, algo que me encanta, pero que puede acabar mareando. Si me sigues por Instagram (en Facebook ya no publico, la verdad) igual tienes una ligera idea de lo que estoy hablando.

Pues bien, empecemos por el principio:
Había una vez una madre removida, inconformista, con necesidad de un cambio, que no hallaba su sitio; y un padre que no terminaba de encontrar su camino laboral. Pajarin les miraba y se preguntaba por qué se complicaban tanto la vida con lo fácil que es ser feliz moviéndose en libertad y comiendo pan.
En fin, ahora en serio. Desde que Pajarin llegó a nuestras vidas todo cambió, como ya he contado en multitud de ocasiones. Nuestros valores, nuestra forma de ver la vida e incluso de vivirla. Y en esa nueva vida había aspectos de la anterior que no terminaban de encajar. Vivíamos en Madrid, en un barrio bastante céntrico, con multitud de servicios, transporte, gente, etc. Cuando nos quedamos embarazados decidimos comprarnos un piso, ya que la hipoteca nos suponía una cuota menor que estar pagando un alquiler, y todo hay que decirlo, por la mentalidad esa de acumular propiedades que parece que da otra seguridad (mentira todo). A nivel laboral ni Papá Oso ni yo terminábamos de ubicarnos. Mi excedencia seguía alargándose, sin intención alguna de volver y Papá Oso se enfrentó a un despido y a empezar en un trabajo nuevo, que aunque mejoraba las condiciones del anterior, no tenía nada que ver con su formación ni sus expectativas laborales.

Pese a no poder permitirnos viajar demasiado, surgió varias veces la oportunidad de quedarnos en casa de una amiga en Pamplona, y desde que nació Pajarin estuvimos tres o cuatro veces. Cuando volvíamos a nuestra realidad después de esos días fuera, algo muy desagradable se me removía por dentro. Quería vivir en Pamplona, me parecía una ciudad perfecta para que creciera Pajarin,... pero no podía ser. Nuestra vida estaba en Madrid: trabajo, hipoteca, mis padres,...

Un apunte interesante que no quiero dejar de lado es que mi padre es de Navarra, y que yo, en plena adolescencia, cuando iba a las fiestas de su pueblo, decía que era de allí y que de mayor viviría allí (¿casualidad? No creo...)

Nuestra vida estaba en Madrid, pero, ¿y si la trasladábamos? Ser dueños de nuestra vida, de nuestras decisiones, de elegir el lugar donde vivir y donde crezcan nuestro(s) hijo(s). El hecho de haber tomado un camino no quiere decir que no puedas coger un desvío, hacer un cambio de sentido, o incluso ir por esa carretera secundaria por la que tardas el doble pero puedes contemplar un paisaje maravilloso.

Y así fue, tomamos las riendas de nuestra vida y decidimos que íbamos a vivir en Pamplona.

-Oh! Insensatos! ¿Dónde vais sin trabajo? Con lo mal que están las cosas hoy en día.

-Y con un hijo... Esas cosas se hacen cuando no tienes responsabilidades y eres joven.

-¿Y la casa? ¿Para qué os comprasteis un piso entonces?

Podría seguir, y aunque he añadido algo de dramatismo (no mucho), esos son alguno de los comentarios que tuvimos que escuchar. Y sí, reconozco que nos justificábamos, que dábamos explicaciones para que entendieran nuestra decisión, pero que en el fondo nos daba completamente igual lo que pensara el resto del mundo.

Tardamos cuatro meses en vender el piso y uno más en instalarnos en Pamplona (otra mudanza!!). Otro mes para que Papá Oso encontrara trabajo, el mejor que ha tenido nunca, a nivel académico, económico y emocional. 




Vivimos en un piso precioso, con un parque que se ve desde la ventana (ahora mismo lo estoy viendo) y las montañas al fondo.



Seis meses. Ese es el tiempo que necesitamos para llegar a puerto desde que decidimos que cambiábamos el rumbo. Y somos felices, muy felices. Y si no hubiera resultado como esperábamos, habría sido nuestra decisión, nuestro error, del cual habríamos aprendido y habríamos buscado un nuevo camino hacia el que dirigirnos.




Porque eso es lo importante, que tomes las riendas de tu vida, que nada ni nadie te condicione, que luches por tu felicidad, por la felicidad de tu familia. Y si te equivocas, habrás aprendido algo muy valioso y tendrás la oportunidad de volver a empezar con fuerzas renovadas y la experiencia del que se cae y se vuelve a levantar.