viernes, 29 de abril de 2016

Viernes de parto: Pequeña, frágil, tan deseada y soñada

Aunque no termine de creérselo, mi "más mejor amiga" es la impulsora de toda esta revolución maternal por la que estoy pasando. Ella me enseñó la importancia de un embarazo consciente y un parto respetado, y que otro tipo de crianza es posible.
Disfruta del relato de su parto...

La historia de mi parto la recuerdo siempre con mucho cariño. Empezó mucho antes incluso de quedarme embarazada. Uno de mis deseos desde hacía mucho tiempo era tener un bebé, así que una de mis prioridades era la información; quería ser consciente de cada momento y tener, dentro de lo posible, el mayor control de la situación.

Y así pase los nueve meses de embarazo (y alguna semana más…), leyendo libros, blogs, foros, todo aquello que me enriqueciera.

Debo decir, que vivo en Torrejón de Ardoz desde hace 13 años y desde hacía mucho tiempo la idea de un hospital propio nos emocionaba a los habitantes de aquí. Cuando el hospital fue una realidad a finales de 2011, fue una total alegría y mucho más saber que el proyecto en la zona de maternidad era tal cuál la había deseado para mi parto.

Durante mi embarazo (en el 2012), los relatos de partos en Torrejón eran escasos, pero todos “ideales”, en el sentido de que eran partos respetados (mi mayor deseo).

Llego el deseado 13 de Marzo de 2013, aquella fecha probable de parto tan esperada, pero mi pequeña no tenía ninguna intención de salir aún. Soy una total convencida de la importancia de respetar el tiempo de nacimiento. El propio bebé sabe  qué momento es el correcto para nacer (siempre que no haya dificultades o dudas), así que para mí era muy importante que el hospital respetará el momento de ponerme de parto y la no inducción.

El problema era que los días pasaban y mi paciencia se iba agotando. Se juntaba el agotamiento físico, las ansias por ver su carita (y las ansias de los de alrededor), la revolución hormonal que invade tu cuerpo... Me sentía preparada, tenía claro lo que quería para mi parto, mi compañero ideal, la lista de reproducción de música especial,... pero mi pequeña aún no se encontraba preparada.

A las 41+2 semanas, previa paella en casa de los papis de Raquel-Mamá Hipogalactika (mi peque sí que sabe!), y después de ver una de las pelis de Crepúsculo en el sofá de mi casa con mi chico e irnos a dormir sobre las once de la noche; a las doce no pude dormir más, porque al fin!!! Llegaron las esperadas contracciones. 

No me lo podía creer, había llegado el momento, y en silencio me fui hacia el salón a escuchar la música que me había acompañado en todo mi embarazo, me senté en la pelota de Pilates y pasé las primeras contracciones allí, a oscuras, mientras le hablaba a mi pequeña… fue emocionante despedirme de la barriguita, darme seguridad y dársela a ella, ya que sabía que ese día nos conoceríamos, con la certeza de que todo saldría genial.

Sobre las cinco de la madrugada, desperté a mi dormilón marido, que ni se había enterado que yo no estaba en la cama. Se despertó sobresaltado y me preguntó cada cuánto eran las contracciones. Efectivamente, las había contabilizado cada 5 minutos, y aunque antes de ese día, mi intención era esperar lo más posible en casa, deseaba ir corriendo al hospital. Él, más relajado de lo que yo me hubiera imaginado, se sentó a desayunar porque, palabras textuales “hoy va a ser un día largo y no sé cuándo voy a poder comer, ya que no me voy a separar de tí ni un momento”.

Sobre las 6:30 llegamos al hospital. Me preguntaron si quería que me hicieran un tacto para ver cómo íbamos, acepté ya que mi intriga era grande por lo dolorosas que eran las contracciones y en ese momento, para mi desanimo, solo estaba de 3cm. Me pasaron a la sala de monitores y efectivamente, tenía contracciones constantes y fuertes. Me dieron la opción de irme a casa o quedarme cerca del hospital dando un paseo, mi opción fue esta última, aunque me volvieron a mirar antes de irme y sorprendentemente ya estaba de 5cm, me quedaba ya!! 

Me preguntaron cuál era mi ideal de parto, y les contesté que quería el parto más natural posible y en la bañera si era posible, pero se me adelantó mi “compañera de monitores” (que a la vez había sido mi “compañera de clases de preparación al parto”) y la habitación con bañera quedó ocupada.

Esto me desanimo un poco, pero pasamos a nuestra “suite”: una habitación grande, bonita, con una gran ducha y con mucho espacio para caminar.

Lo primero que hice fue meterme a la ducha con agua caliente que me masajeaba la espalda y que me hizo mucho más llevaderas las contracciones. Después, decidí sentarme en la pelota, caminar por la habitación,... y mi chico detrás limpiando, porque había roto la bolsa e iba empapando todo (la matrona en una de las veces que entró le regañó; ya limpiarían ellas todo).

Una de las veces que vinieron a verme, me preguntaron si quería que me hicieran un nuevo tacto, al cuál yo accedí, con la sensación de que ya estaría por lo menos de 8 o 10, ya que las contracciones ya eran insoportables y mi fuerzas empezaban a flaquear… La gran desilusión fue que aún seguía de 5 cm. 

Después de muchos paseos por la habitación para intentar llevar mejor las contracciones, entraron las matronas para decirme que lamentablemente debía tumbarme un ratito porque el monitor no estaba detectando bien a la pequeña y teníamos que asegurarnos que todo iba bien. Me tumbé pero esto hizo que mis contracciones fueran casi insoportables, sentía que no iba a poder, y pedí la “walking epidural” (es una dosis más baja que te da mayor movilidad, pero te ayuda a pasar mejor cada contracción).

Esto me las hizo más llevaderas y por lo menos podíamos asegurarnos que todo estuviera marchando bien… Tras muchos rato tumbada, entró la matrona junto a una ginecóloga (lo cual me hizo sobresaltarme un poco, ya que sabía que en este hospital los partos son llevados por matronas a menos que pase algo). La ginecóloga, súper agradable, nos explicó que los monitores no estaban dando unos resultados normales y que debían ayudarme para que naciera la niña cuanto antes. No podíamos correr el riesgo, ya que había claros indicios de sufrimiento fetal y afectaba a su corazón. Nosotros accedimos y confiamos plenamente en ellas, lo único que nos importaba llegado ese momento era ver a nuestra pequeña sana.

Después de un rato empujando y con la ayuda de fórceps, a las 16:10h de aquel lunes 25 de marzo de 2013, sentí encima de mí a mi pequeña princesita Daniela. Fue maravilloso, casi sin fuerzas, ver sus grandes ojos abiertos, pequeña, frágil, tan deseada y soñada.



































No fue el parto 100% natural y sin intervención que deseaba, pero me sentí respetada por cada una de las matronas y médicos de aquel día, su trato humano, tierno, siempre lo recuerdo con cariño. Además fuimos consultados e informados en cada momento. Lo más importante, mi pequeña y yo estábamos fenomenal, preparadas para la nueva etapa que emprenderíamos juntos los tres ese día.

miércoles, 27 de abril de 2016

30 años

Ha llegado el día. Estreno nueva década, la temida treintena. 

Recuerdo cómo veía, cuando era una niña, a las personas de 30 años. Adultos serios y responsables, trajeados, con gafas grandes y peinados antiguos. Obviamente era otra época, la moda evoluciona y las personas también. A mi generación se le acabó eso de "un trabajo para toda la vida" y "quitarse la hipoteca cuanto antes". Vivimos en una incertidumbre constante, trabajos que van y vienen, alquileres, hipotecas de por vida y cambios de residencia. Y en ese ir y venir tenemos hijos y practicamos una maternidad/paternidad consciente. Riendo, disfrutando de cada instante, recuperando ese niño interior que no entiende de ataduras, rutinas ni trajes. Qué aburridos serían los días de lluvia si dejáramos de saltar en los charcos. Yo aún lo hago, pero con botas de agua, que ya voy teniendo una edad, 30 años.




Cuando tenga 30 años seré jefa y cobraré una pasta.
Cuando tenga 30 años viviré en una urbanización nueva, con piscina.
Cuando tenga 30 años seré madre de tres, 2 niñas y 1 niño.
Cuando tenga 30 años seré una señora, de esas que se visten con traje de chaqueta y tacones.

Y han llegado los 30; de excedencia, sin cobrar un duro; viviendo en un piso viejo pero reformado, sin piscina ni ascensor; con zapatillas, vaqueros y un tatuaje nuevo a punto; madre de un solo niño que me ha cambiado la vida.

Esa mujer de 30 que me imaginaba cuando era una adolescente, nada tiene que ver con mi realidad.

Dicen que los 30 son los nuevos 20, pero yo me quedo con esta nueva década de cervecitas al sol con amigos de verdad, de los que son para siempre; de noches interrumpidas x un ser pequeñito que me necesita como a nadie; de dejarme llevar por el corazón pero sin olvidar la cabeza; de amor seguro, calentito, de ese al que te abrazas cada noche y que te besa cada mañana; de haber comprendido la importancia que tienen mis padres, con sus manías y esa forma de sacarme de quicio como nadie, pero siempre a mi lado cuando más los necesito; de descubrir la maternidad, el empoderamiento como mujer, la capacidad de crear vida, traer un ser pequeñito al mundo y no volver a ser nunca la de antes. 

Estos son mis 30. Insuperables.

viernes, 22 de abril de 2016

Viernes de parto: Stand by me

Si has leído alguno de mis posts, habrás visto que en alguna ocasión he hablado de "mi alma gemela". Este es el relato de su parto respetado. Siéntate y dedícale unos minutos. Emoción y alguna lagrimilla aseguradas.

Desde que nació nuestro hijo Unay me apetecía contar mi experiencia de parto, ya que durante mi embarazo me ayudó mucho leer experiencias de otras madres.

El embarazo de Unay fue muy deseado, llevábamos un tiempo planteándonos el ser padres, pero queríamos ser plenamente conscientes de lo que esto supondría para cada uno y a nivel de pareja. Finalmente nos embarcamos en esta aventura.

Tuve un embarazo muy bueno, aunque al principio tuve amenazas de aborto, una vez pasadas, disfruté mucho de esta experiencia y quería hacer lo mismo con mi parto. Para nosotros el relato del parto respetado y natural de nuestra amiga Lola fue lo que nos animó a investigar y decidirnos por esta opción. Para ello, decidimos que daría a luz en el Hospital de Torrejón, tras la visita de acogida.

El embarazo fue pasando y estando en la semana 39+1, hacia las cuatro de la madrugada empecé con contracciones y tras varias horas siendo regulares decidimos acudir a urgencias. Me pusieron monitores y me hicieron un tacto (me informaron y pidieron permiso para todo) y me dijeron que estaba de un centímetro, así que volvimos a casa. Después de comer, nos fuimos a andar, y a las siete de la tarde las contracciones eran cada vez más intensas. A las once de la noche nos fuimos al hospital, las contracciones eran cada 3 minutos, ¡el gran momento estaba cerca!.

Una vez en el hospital, tras un par de horas de monitores, la matrona nos preguntó qué tipo de parto habíamos pensado, y dijimos que un parto respetado, natural y a ser posible en el agua.


Nos llevaron a la sala de dilatación-paritorio y al entrar me emocioné. Era enorme, pero muy acogedora, había una luz tenue y una bañera. Después de un rato allí y un tacto, me dijeron que estaba de dos centímetros y que lo mejor era volver a casa, pero mi chico les dijo que no me veía bien para irnos. 

A pesar de que yo tenía claro que quería aguantar lo máximo posible en casa, no me encontraba con fuerzas para sentarme en el coche. Decidieron dejarme un rato más con los monitores para ver si se iniciaba el parto. Empecé a tomarme mis bolitas de homeopatía en ese momento para ver si ayudaba a la dilatación, a utilizar la pelota de pilates, a andar…

A las 2.30 de la madrugada comenzó el parto, y las contracciones eran cada vez más intensas y el dolor se iba agudizando. Entró otra matrona (África) y una auxiliar (Elena) y estuvimos hablando sobre el parto en el agua, la donación del cordón, etc. Me ofrecieron darme una ducha y poner música (llevábamos un cd que habíamos escuchado durante el embarazo). La ducha me aliviaba bastante, pero no aguantaba más de pie y me acercaron la pelota de pilates. 

El dolor se iba acentuando y en cada contracción sólo podía agarrarme a mi chico y respirar, y una vez que pasaba ,pensaba que era un paso más para tener a nuestro hijo. África me hizo un tacto y me dijo que estaba de cinco centímetros. Rompí a llorar y le dije que no aguantaría, que no iba a poder tener un parto natural. Me tranquilizó con sus palabras, con su mirada y sus manos y me transmitió esa fuerza y empoderamiento que necesitaba. Mi chico me apoyaba emocionalmente, me “contenía” y me daba esa tranquilidad que tanto necesitaba. Llevaba casi 24 horas despierta y con un dolor muy intenso desde el principio. Mi calma empezaba a abandonarme, dando paso a la desesperación y al miedo.

Mientras yo seguía haciendo mi trabajo de parto, mi chico me observaba, leía mis necesidades y trataba de satisfacerlas. Entraron la matrona y la auxiliar para ver cómo seguía. Estaba cada vez más cansada y dolorida, y me ofrecieron probar el "gas de la risa". Empecé a utilizarlo y fui notando su efecto, junto con el cóctel de hormonas que mi propio cuerpo segregaba y me hacía estar en un estado de relajación profunda. Entre contracción y contracción me tumbaba y me parecía dormir media hora, pero tras preguntarle a mi chico, me decía que habían pasado tan solo dos minutos. 

Empecé a confiar de nuevo en mí, en mi capacidad para parir sin anestesia y sin intervención, siendo yo la que escuchase mi cuerpo y diese respuesta.

Eran las 4.30 de la madrugada y las contracciones eran muy seguidas. Justo en el pico de dolor de una de ellas, se me rompió la bolsa. Avisé a mi chico justo antes de esto para que llamase a la matrona, porque una sensación de que iba a perder el conocimiento se apoderó de mi. Estaba asustada, sentí un “chasquido” en mi interior y no sabía qué pasaba. Vino la matrona y auxiliar y nos dijeron que las aguas estaban teñidas y que no podría dar a luz en la bañera, pero que sí podía tener un parto en el agua, que me fuese a la ducha si me apetecía. Me acompañaron hasta la ducha y allí, debajo de un chorro intenso de agua caliente y agarrada a mi chico empecé a sentir algo de alivio.

Las contracciones seguían siendo intensas y cada vez más seguidas, pero notaba cierto alivio cada vez que pasaba una. Hubo momentos de angustia, de cansancio físico y emocional, pero pensaba en mi hijo y miraba a mi chico y lo llevaba mejor. 

El dolor alcanzó su máximo y yo sólo podía mover la boca en el pico de cada contracción para dejar salir un alarido desde lo más profundo de mi ser, un grito animal, desconocido para mi. Sentía muchas ganas de empujar y así lo hice. De repente, volví a sentir esa sensación de perder el conocimiento y una necesidad urgente de empujar, avisé a mi chico para que llamase a la matrona. Enseguida llegaron y en la ducha, como pudieron, vieron que, efectivamente, la cabeza empezaba a asomar. Me dijeron que empujase, que iban a preparar lo necesario. 

Hay cosas que no recuerdo, estaba en un estado de semiconsciencia, pero sí recuerdo a la auxiliar dándome un masaje en los riñones con el calor del agua, los ojos de mi chico derramando lágrimas, la estrofa de alguna canción que sonaba de fondo pero que yo no escuchaba… 

Ese momento en el que vi a mi chico llorando me asusté, pensé que pasaba algo, pero me abrazó y me dijo que le dolía mucho verme “sufrir”. No era sufrimiento, y él lo sabía, pero era una situación nueva para ambos y él creía que no podía hacer nada para aliviar mi dolor. Su presencia, su saber estar, sus brazos, su contención…¡era el compañero de parto perfecto!

La necesidad de empujar era constante, pero ya no sentía dolor, lo cual me animaba a seguir y me permitía concentrarme en esta nueva fase del parto. La matrona nos avisó de que se empezaba a ver la cabecita, aunque no estaba en dilatación completa, sino de ocho centímetros y con un ligero reborde en el cuello del útero. Yo no sabía qué significaba aquello exactamente, así que me centré en los ánimos que me daban mi chico, la matrona y la auxiliar, aunque físicamente estaba cada vez más cansada, agotada, casi exhausta. Enseguida percibieron mi cansancio, y la matrona y auxiliar me animaron a ir a la silla de partos si me apetecía, y acepté encantada. 

Mi chico se sentó en una silla detrás mía, abrazándome. Los pujos eran cada vez más intensos, y la auxiliar me ofreció poner un espejo en el suelo. Yo al principio no quería ni mirar, sentía que mis esfuerzos no eran suficientes para traer a mi hijo a este mundo, que todo lo que avanzaba, al segundo retrocedía, hasta que recordé todo lo que había leído sobre el expulsivo y, era tal cual lo que me pasaba. Así que, escuché las palabras de ánimo de mi chico, de la auxiliar y matrona, ¡cómo animaban! Miré el espejo, y saqué fuerzas que jamás pensé que tuviese y empujé con todas mis ganas. 

De repente, sonó el monitor, la cara de la matrona cambió un poco y me advirtió de que mi hijo estaba un poquito cansado, que lo estaba haciendo muy bien, pero que teníamos que intentar que saliese pronto. Me agarré a mi chico, inspiré y empujé con todas mis fuerzas, con todos mis sentidos, como nunca antes lo había hecho y, al fin, nació mi hijo. Ese momento jamás se olvida, ¡qué sensación tan maravillosa! Lo tengo grabado a fuego en mi memoria y en mi corazón.



Lo único que pude decir fue, si de verdad era mi hijo, si era nuestro hijo. Estaba alucinada y embriagada por las hormonas. Eran las 6:45 de la mañana, justo la hora en la que todas las mañanas se despertaba su padre para irse a trabajar y él se movía en mi tripa.

Mi chico puso nuestra canción, “Stand by me”, esa que desde el principio del embarazo habíamos escuchado y cantado para pedirle que se quedase a nuestro lado y ¡lo habíamos logrado! 

domingo, 17 de abril de 2016

Soy madre. Mide tus palabras

Desde que te quedas embarazada los "opinólogos" se multiplican a tu alrededor; y cuando nace tu bebé la única que parece no saber como cuidarlo eres tú. Es una situación complicada, porque tienes la opción de mandarles callar o bien asentir sin tan siquiera escucharles. Seguramente habrá consejos que te ayuden y personas que te apoyen, pero finalmente tú y tu instinto sois los que tomareis las mejores decisiones.

Los "opinólogos" pueden ser madres como tú o no serlo. 

Aquellas mujeres que no son madres, seguramente te quieran mucho (o no) y solo pretendan apoyarte, pero, lo siento, no tienen ni idea de lo que significa y supone la maternidad. Podrán ayudarte a elegir el color de las sábanas, la ropita o el carro, pero sus consejos y opiniones sobre lactancia, sueño, crianza y demás temas relacionados con el bebé y con tus sentimientos hacia él, rara vez te servirán de algo. Es así, y lo sé porque yo fui "opinóloga" de otras madres cuando yo no lo era. Ofrecía mis opiniones y punto de vista y por detrás criticaba o juzgaba determinadas actuaciones. ¡Ay amiga! Qué poquito sabía de la vida...

Para mi, el peor "opinólogo" que te puedes cruzar es otra madre. Bueno, si es tu madre, tu suegra, tu tía, la vecina del cuarto, etc; no es tan grave, porque probablemente fueron madres hace bastantes años y la crianza ha evolucionado en casi todos sus aspectos. Puede que las escuches (o no), pero sus consejos no calarán demasiado hondo si te has informado y son diametralmente opuestos a tu forma de ver y sentir la maternidad.

El gran problema es cuando el "opinólogo" es una madre "reciente", de tu entorno y con una idea de crianza parecida a la tuya. Cada maternidad, cada bebé, es totalmente distinto (por mucho que nuestro sistema sanitario y educativo pretenda estandarizarlos), y por eso mismo solamente su madre y su padre saben que es lo mejor para él. Y si no lo saben, preguntaran. Y si no preguntan, evita dar consejos. Si se equivocan, será su equivocación y su aprendizaje, y sobre todo su bebé.

Cuando se presenta una situación complicada en la maternidad, es normal que la madre recurra a su entorno para buscar apoyo, cobijo, alguien que le diga que "todo va a ir bien".




Evita decir "no pasa nada", sí pasa, y si te lo está contando es porque le preocupa.

Evita quitar importancia a su situación o su desasosiego. Lo que no tiene importancia para ti, puede tener una gran relevancia para otras personas.

Evita juicios y lecciones. Los "si hubieras...", "si no hubieras...", "ya te dije...", "lo sabía".

Jamás pienses que eres mejor madre que ninguna otra. Todas intentamos hacerlo lo mejor posible dentro de nuestras posibilidades económicas, emocionales y familiares.

Controla esa manía de decir todo lo que piensas. Nos han enseñado que eso se llama sinceridad, pero no todo el mundo necesita que seas tan sincera.

La maternidad es una situación sensible, protagonizada por madres fuertes que se sienten inseguras en muchas ocasiones. Así que, por favor, mide tus palabras.

martes, 12 de abril de 2016

¿Te atreves a soñar?

Y un día, esa experiencia, esa situación que podría haber pasado desapercibida, que simplemente podría haber formado parte de tu álbum de fotos como cualquier otra, te hace parar en seco, cerrar los ojos y pensar, ¿quién soy yo y qué estoy haciendo con mi vida?
Según mi "más mejor amiga", nuestra vida es lo que nosotros mismo atraemos; si algo llega a tu vida es porque lo estabas llamando con tu actitud, tus pensamientos, ..., aunque no seas consciente de ello. Y así atraje sin querer mi "nuevo objetivo".

Soy muy pesada, siempre tengo que tener un objetivo en mente. Algo en lo que trabajar, algo que aprender, algo en lo que volcar mi afán de organización. Y pensaras,¡tienes un bebé de seis meses! ¿no te parece tarea suficiente? Por supuesto, pero es totalmente independiente. Pajarin es movimiento libre, juego, desorden, diversión, vida sin horarios,... Y así tiene que seguir siendo.

Organicé mi boda, la luna de miel, la compra del piso y la posterior reforma. ¿Y ahora qué? ¿Es necesario tener siempre un objetivo? Han sido seis meses de mucho aprendizaje, de revoluciones hormonales y personales, de conocer al ser más bonito del mundo y descubrir el amor más grande. De conocerme como madre y hablar con mi niña anterior, a la que tanto tiempo había ignorado. Descubrimientos que han generado cambios, tanto a nivel personal como laboral, tal y como te conté en "Ser madre está penalizado".

Y esos cambios nos llevan a tomar decisiones, a creer en nuevos proyectos, a soñar una vida mejor para Pajarin (y sus futuros herman@s jiji). ¿Y tú, te atreves a soñar?


Este vídeo lo descubrí hace años, pero necesito verlo de vez en cuando para que no se me olvide. 

A finales de abril, justo un día después de mi cumpleaños debía incorporarme al trabajo. Sin embargo, los madrugones comenzaron este pasado lunes, y mi excedencia se ha ampliado de momento cuatro meses más. El motivo, unas oposiciones. Una opción que me había planteado muchas veces, pero que siempre se quedaba en un pensamiento. Creo que es el momento, y si no lo es por lo menos lo habré intentado. Bueno, lo habremos intentado: Papá Oso, ocupándose de Pajarin mientras estudio y apoyándome cada vez que giro el timón y cambio de rumbo; mis mecenas, sin los que no habría habido boda, ni piso, ni hijo ni oposiciones (gracias papás); mis amigos, a los que pongo la cabeza loca con cada nueva aventura y sobre todo mi Pajarin, el motivo de mi mayor revolución.

martes, 5 de abril de 2016

No te agobies. Sigue al niño

Pajarin cumplió ayer seis meses. Medio año ya. Las sensaciones son un tanto contradictorias... Hace nada estábamos de camino al hospital con contracciones, y a la vez han sido unos meses tan intensos, tan llenos de experiencias y emociones... Seis meses en los que apenas nos hemos separado tres o cuatro horas.

En este tiempo habré escuchado un centenar de veces (sin tener en cuenta a las que he hecho oídos sordos): "dice no sé quien que esto es mejor", "según mi vecina/prima/tía (sustituyase por "el consejero" correspondiente) tengo que darle no sé que al niño" , "Uy... Este niño debería ya gatear/sentarse/andar/hablar/dormir solo", sin olvidar por supuesto las obsoletas recomendaciones facilitadas por la Seguridad Social en unas fotocopias (requetefotocopiadas por décadas y décadas) en relación a la alimentación y el sueño: "El bebé debería dormir solo antes de los seis meses, ya que sino se acostumbra y es más difícil corregirle". En fin...

Nos complicamos la vida nosotros solos sin darnos cuenta. Es lógico y nuestro deber, acudir al pediatra cuando el niño se pone malito, desarrolla alguna reacción extraña, o simplemente cuando lo consideremos necesario como padres. Nosotros, como padres primerizos, hemos acudido más de dos y tres veces para consultar alguna nimiedad. Como para nuestra pediatra todo es normal, nos despacha casi siempre en un par de minutos, pero parece que como un médico (oh sabia autoridad) nos ha dicho que no pasa nada, nos tranquilizamos. 

Sin embargo, cuando se trata de temas como el desarrollo del niño, la alimentación y el sueño; pienso que es bueno que además de escuchar lo que tenga que decirnos el pediatra, consultemos otras fuentes. Es verdad que hay pediatras muy buenos, pero por desgracia otros tantos están bastante desactualizados y pueden darnos indicaciones o pautas erróneas, desfasadas, que nos crean miedos e inseguridades innecesarias.

Leer a autores como Rosa Jové, Carlos González y Julio Basulto, te ayudan a crear una base muy sólida en relación a temas tan importantes como la lactancia, el sueño y la alimentación complementaria. Si además lees un poco sobre Montessori o Emmi Pikler, te darás cuenta que todo es mucho más fácil de lo que parecía.

Lactancia a demanda (sin horarios), tanto si es materna como artificial; máximo contacto con el bebé (porteo, colecho, "no separación" al nacer,...); evolución del sueño (lo normal son los despertares nocturnos); alimentación complementaria gestionada por el niño sin peleas por que coma; movimiento libre; respeto a la evolución de cada niño y sus ritmos.

Cada niño, cada bebé, es diferente. No somos máquinas y por lo tanto nuestros ritmos son distintos. No todos los bebés se sientan a los seis meses, gatean a los siete, andan al año y duermen solos con año y medio. Piensa, ¿a qué edad empezaste a trabajar?, ¿cuánto tardaste en sacarte la carrera?, ¿qué tiempo te costó perder esos kilos que cogiste aquella Navidad sin control?, ¿cuántos libros lees al año? Ahora compara tus respuestas con las de tu pareja, tu mejor amig@, tus padres o tu vecina del primero. Puede que en algo coincidáis, pero no en la mayoría de respuestas. ¿Por qué pretendemos que los niños sean todos iguales? Con lo bonito que es descubrir la personalidad de nuestro hijo, sus preferencias, sus ritmos,...

Pajarin se mantiene sentado, pero no se sienta solo. Hace la croqueta, pero solo hacia un lado y cuando lleva mucho rato boca abajo grita porque no sabe girarse. Toma leche a demanda y ha empezado a probar algunos alimentos decantándose más por unos que por otros. A veces dice "pa pa pa" y "ma ma ma". Se despierta una o dos veces por la noche y se echa dos o tres siestas durante el día. No tiene ningún diente y empieza a tener suficiente pelo para hacerle una mini-cresta. Mi hijo es único, y su ritmo, sus preferencias, su carácter es único, y eso lo hace tan especial. No hay ni habrá nadie igual a él.


De verdad, no te agobies, sigue al niño.