viernes, 24 de agosto de 2018

¡Mamá, tú no!

Hace tiempo que no soy tu favorita, de hecho hace alrededor de un año. 

Y reconozco, que tras dos años de dedicación plena y el embarazo de tu hermano, al principio no me venía nada mal el respiro. Solo me ocupaba de ti cuando papá trabajaba o si él estaba en casa pero en ese momento no podía atenderte. Vamos, cuando no te quedaba otra.

Todo lo querías con papá. 
"¡Mamá, tú no! ¡"Vetete"! ¡Quiero que venga papá!"
Y oye, alguna vez hace hasta gracia, pero cuando se repite sin cesar, agota, y entristece, y mucho.

Porque la dependencia absoluta de un hijo es agotadora, pero el rechazo es desolador.

Y llevas ya mucho tiempo rechazándome...

Sé que papá es muy divertido, que de todo hace una fiesta y un teatro, que es tu mejor y mayor ejemplo,... 
Pero, ¿y yo? Que te llevé en mi interior nueve meses, que hicimos un equipo estupendo el día que llegaste al mundo, que te alimenté todo lo que pude, que te abracé, te consolé, dormí a tu lado, que leí y me formé para ofrecerte mi mejor versión,...
¿Qué pasa conmigo?

Supongo, y espero, que esto es sólo una etapa, pero ya se me está haciendo muy larga...

La llegada de tu hermano ha supuesto que ya no seamos dos para uno, sino dos para dos, y por lo tanto, nos toque repartirnos casi siempre.
Podría evitar estar contigo, que te acompañase siempre papá, porque es realmente lo que prefieres, pero, pese al rechazo, pese a que tenga que enfrentarme cada vez con el: "Es que quiero que venga papá, tú otro día"; quiero estar contigo. 
Porque creces, y el tiempo se escapa, y no sé cuando te leeré el último cuento para dormir.

Y trato de llevarlo bien, de hacerte reír y no darle importancia la mayor parte de las veces. 
Bueno, sí le doy importancia, sí me duele, pero sé que no es el dolor de mi yo adulta, sino de mi niña interior, que se siente rechazada por quien más debería quererla.
Pero me repongo, la abrazo y le digo que no es algo personal contra ella, que esto pasará, y que volverás a querernos y necesitarnos como hacías hace un tiempo.

Hoy estaba muy cansada, y tú también. 
Y has llorado reclamando a papá, insistiendo en que querías que viniera, que no querías dormir conmigo. 
Y yo he llorado por dentro, y ahora también por fuera. Porque no has querido mi abrazo, porque te has despedido triste de papá, porque parecía que ibas a un mal sitio y no a la cama con mamá a que te leyera cuentos para dormir...

Supongo, y espero, que esto pasará, y que si algún día me lees, habrás vuelto a querer mis abrazos, mi ayuda y mi compañía.

miércoles, 22 de agosto de 2018

Pajarin hermano mayor: el embarazo

Creo que por el hecho de ser hija única, siempre he tenido claro que quería tener más de un hijo. Y pese a lo que aseguraban algunos agoreros, de que cuando tuviera el primero se me iban a quitar las ganas de tener otro, no fue así, y Papá Oso y yo, estuvimos convencidos desde el principio de que Pajarin tendría como mínimo un hermanito o hermanita.


Una vez me quedé embarazada, nos esperamos a la ecografía de las 12 semanas, en la que nos confirmaron que estaba todo bien, para contárselo a Pajarin. Se lo habríamos contado antes, pero si ya de por sí nos parecía algo abstracto para que lo comprendiera, preferíamos esperar un poco para evitar rectificar lo que le habíamos contado si algo iba mal. Es cierto que los abortos se pueden producir a lo largo de todo el embarazo, pero como son más frecuentes en el primer trimestre, ese fue nuestro límite para hacerle partícipe. Aunque los niños son muy sensibles y a veces lo notan antes incluso de que nosotros tengamos la certeza de que hay un nuevo bebé en camino.

Estuve dándole vueltas a cómo contárselo, y lo comenté con amigas que ya eran bimadres, tratando de buscar la mejor forma. Finalmente fue algo muy espontáneo y simple. Estando los dos sentados en el sofá, le dije que mamá tenía un bebé en la barriga, que era muy chiquitito, como una semilla, y que poco a poco iría creciendo y la barriga se pondría muy gorda. Creo que le hizo gracia, pero no estoy segura de que lo comprendiera.

A lo largo del embarazo leímos varios libros relacionados con el embarazo, la llegada de un bebé y el hecho de convertirse en "hermano mayor", los cuales recomiendo totalmente:
-Dentro de nuestra mamá.
-Uno más.
-Tú y yo, el regalo más bonito del mundo (para morir de amor).

Tratamos de que Pajarin nos acompañase a todas las ecografías, aunque aquí el protocolo del hospital es absurdamente estricto con la entrada de menores.
El hecho de ver en la pantalla del ecógrafo al bebé, así como escuchar su corazón, nos parecía un momento maravilloso para que se sintiera parte del proceso y entendiera algo más lo que pasaba dentro de mamá.

Según fue creciendo la barriga y también él fue cumpliendo meses, el embarazo y su hermano estaban mucho más presentes. Le daba besos a la barriga y de vez en cuando le hablaba, aunque no solía apetecerle demasiado, algo que tampoco forzábamos.

Evitamos en todo momento anticipar esos comentarios típicos de que iba a convertirse en el mayor y tendría que ayudar a mamá, y portarse bien y cosas de esas. No queríamos que sintiera que la llegada de su hermano le iba a suponer unos cambios y obligaciones distintas de las que tenía hasta el momento.

En el tercer trimestre, me permití hacerle consciente de mi cansancio, y que necesitaba que colaborara conmigo cuando papá no estaba, para facilitarme un poco la vida y las tareas. Y oye, funcionaba.

En general, durante el embarazo, Pajarin tuvo una actitud similar, creo que más bien debido a la edad que al embarazo en sí, aunque tal vez sí aumentaron al final del embarazo los enfados y la energía y necesidad de movimiento, algo debido, supongo, en parte al embarazo y en parte a su carácter y periodo evolutivo.




Como desde los dos años aproximadamente, Pajarin tomó clara preferencia por su padre, cada vez que él estaba en casa, yo podía permitirme descansar. Además, esto suponía que mi miedo con la llegada de Polluelo se redujera un poco (tampoco mucho), en el sentido de que Papá Oso podría ocuparse de Pajarin y yo de Polluelo, sin que esto supusiera un gran cambio ni un drama por mi ocupación constante debido a la llegada de un recién nacido.

Algunas semanas del tercer trimestre de embarazo fueron un tanto complejas a nivel emocional por la posibilidad de que Polluelo naciera por cesárea, así que decidí contratar una asesoría con Ángels Torras (de la que ya hablé en otro post), y además de tratar el tema del parto, me dio unas claves para la presentación de Polluelo y Pajarin, que para mi fueron fundamentales, y que contaré en el próximo post.

Pese a que habíamos hablado decenas de veces con mis padres de cómo gestionaríamos el día del parto con Pajarin, la vida nos sorprendió con la rotura de bolsa, y nada fue como habíamos planeado. Pajarin estuvo 48h en casa de sus abuelos, día y noche, siendo la primera vez que dormía fuera de casa sin nosotros. Él estaba muy contento y lo llevó fenomenal, pero sí es algo que si pudiera volver atrás cambiaría, dejándole previamente alguna noche a dormir con sus abuelos, o por lo menos ofreciéndole la posibilidad, igual no tanto por él, pero sí por mi tranquilidad.

Una de mis mayores miedos y preocupaciones de este segundo embarazo, fue el hecho de cómo lo llevaría Pajarin, de cómo cambiaría nuestra vida (y sobre todo la suya) ser cuatro, y de que ya nada volvería a ser cómo antes: él no sería hijo único ni nos tendría en exclusividad para él... 
Por eso queríamos hacerlo lo mejor posible, con mucho cuidado y cariño, para que este gran cambio fuera asumido lo mejor posible por todos.

domingo, 12 de agosto de 2018

Nuestra segunda lactancia mixta. El fracaso (esperado) de la lactancia materna exclusiva (II)

Bueno, han pasado bastantes días desde que escribí la primera parte, y ya casi un mes y medio desde que nació Polluelo, pero no quería dejar la historia a medias... No lo voy a contar como lo habría hecho hace unas semanas, porque la falta de descanso y mi "memoria pez" de madre puerpera no me lo permiten.

Mi "alma gemela" me había donado la leche que pudo sacarse en mis tres últimos viajes a Madrid, la cual congelé en jeringuillas y alguna bolsita, a la espera de que fuera necesaria, y lo fue antes de lo que esperaba.

Comencé a suplementar a Polluelo en las tomas, primero con jeringuillas mientras mamaba o utilizando el método "dedo jeringa". Sin embargo, una de las asesoras que me acompañaba en la aventura, me dijo que el suplemento debía ser de mínimo 30 ml por toma, lo que con jeringuillas de 10ml se me hacía bastante pesado. 
Me había comprado el relactador pensando en que llegaría el momento de usarlo, y que esta vez sí que iba a intentarlo, pero a la hora de la verdad me dio taaanta pereza... La logística para usar el relactador me resultaba incompatible con mi ritmo de vida, y además no me apetecía nada. Mi máxima admiración para aquellas mujeres que se animan a utilizarlo.




Sacamos todo el arsenal de biberones y recipientes dosificadores para la leche que guardábamos en una caja en el armario. Y de nuevo los miedos, ¿cogerá bien el biberón? ¿Y si lo rechaza? Usamos los biberones Calma de Medela y hay que hacer una succión importante para que salga la leche, algo que cuando son pequeñitos puede costarles un poco.
El primero le costó un poco, supongo que lo sentía un elemento extraño y frío, pero rápidamente "cogió" el truco y empezó a zampar como si no hubiera un mañana.

Respecto a la leche de fórmula, también (como no) aparecieron miedos... ¿Y si no le gusta? ¿Y si le sienta mal? ¿Y si es intolerante? (muy positiva yo, sí). Optamos por la misma marca que habíamos usado con Pajarín. Es la que le dieron en el hospital cuando ingresamos y la que tomó durante más de un año sin problema. Y parece que a Polluelo le pareció buena elección, ya que la aceptó sin problema desde un primer momento.




El hecho de utilizar biberón sé que supone un mayor riesgo de rechazo del pecho, y tomé la decisión consciente de que podía repetirse la misma historia que con Pajarin (rechazó el pecho a los dos meses). Opté por la comodidad. Bastante agotadora es la lactancia mixta, y más con otro hijo al que atender, como para estarme cargando con mayores complicaciones que no me apetecía asumir.

El suplemento de 30 ml pronto pasó a ser de 60 ml, y actualmente lo es de 90 ml. Realmente la leche de fórmula es su alimento principal y podría decirse que el "suplemento" es la leche materna.

En las revisiones con la enfermera Polluelo ha ido ganando peso estupendamente y hace ya semanas que empiezan a asomar lorcitas en piernas y brazos. Y esto es una satisfacción inmensa, que probablemente sería mayor si fuera mi cuerpo el encargado de producir la leche que le alimenta; sin embargo, en esta segunda maternidad no lo vivo con culpa ni con tristeza. Mi hijo está sano y eso es lo más importante.

Respecto al pecho, se lo ofrezco siempre en cada toma. Cuando está muy hambriento lo suelta rápido, pero en otras ocasiones mama un buen rato, hasta que se suelta y le ofrezco el biberón.
Además está la succión "afectiva", en la que el pecho sirve para relajarse, estar con mamá, expulsar gases (XD), etc. Con Pajarin creo recordar que este tipo de succión era menor, ya que utilizaba chupete desde la primera semana y de modo intensivo. A Polluelo se lo ofrecimos con tres semanas, y lo usamos solo en casos de bucle extremo en los que ni teta, ni biberón ni meneo funcionan para que se duerma, o por ejemplo en el coche; aunque he de decir que no lo quiere siempre.

Esta lactancia mixta la estoy viviendo de forma más intensa. Decidí encargarme yo de darle siempre el biberón, por lo menos los primeros meses, al igual que haría si fuera lactancia materna exclusiva. Esto supone un cansancio añadido, sobre todo por la falta de descanso nocturno, ya que las tomas son largas y no puedo dormitar al darle el biberón como lo hago cuando toma teta, y además tengo que sentarme en la cama, sí o sí.

A esto añadimos algunos problemillas con el pecho, que aunque no sean graves, sí me han hecho en algún momento de agobio, plantearme dejar de darle teta. Tener dolor y posibles complicaciones cuando la producción de leche es mínima, es un tanto frustrante. Pero luego, cuando le veo mamando y tranquilo se me pasa y pienso en que igual no nos queda mucho tiempo de disfrutar esa conexión (o sí, quién sabe).