Parece que he perdido el entusiasmo inicial con el que inicié el blog, intentando publicar un par de entradas semanales. Todo lo contrario, se me acumulan los temas, pero parece que no encuentro el momento. Pajarin está cada vez más despierto y reclama más atención. Además han sido unas semanas difíciles, o más bien un mes difícil. Si me sigues en Instagram sabrás de lo que hablo. Pero volvamos a lo que me trae hoy por aquí: Él.
Papá Oso cumple hoy taitantos (31 solo, ssshhhh!), y se merece que le dedique un post. Realmente se merecía la primera entrada de este blog, pero seguro que no le importa que haya llegado un poquito más tarde.
Cuando estábamos preparando nuestra boda, mi más mejor amigo me sugirió una canción que creía que nos describía perfectamente. Es esta:
Cuando nos conocimos, ninguno de los dos vivíamos un buen momento. Relaciones rotas un tanto tormentosas en las que nos habíamos entregado más de lo recomendable, rumbo un tanto perdido y el pensamiento de que tal vez "esa persona" nunca llegaría.
Pero llegó, con su cabeza desordenada, su impuntualidad y su forma tan sencilla de ver y vivir la vida. Con su alegría desbordante, su elevado tono de voz (según él, es que en Cádiz se habla así), y su manía por la limpieza y el orden en casa.
Desde ese primer día, mi vida se llenó de aventuras y desventuras a su lado; podrían hacer una serie de infinitos capítulos; siempre habría algo que contar.
Siempre imaginando, siempre planeando...
"Si nos toca la lotería nos compramos un piso en Cádiz"
"Pero, ¿en Cádiz Cádiz?"
"Si en la Avenida, cerquita de la playa. Oooohhh... ¿Te imaginas? Todas las mañanitas a la playa a pasear"
"Bueno pero también un ático en Madrid. Y nos tendremos que ir de viaje a conocer mundo"
"Pero repartimos también, y le pagamos la hipoteca a mi hermano, y a mis padres, y a..."
"Pues sí que nos va a durar mucho el dinero..."
Gracias Papá Oso, porque "me devolviste la emoción, la ilusión de vivir". Y en poco más de cuatro años desde esa primera vez que nos cogimos de la mano, llegó lo más bonito de nuestras vidas. Esa personita que nos sonríe, que no sabemos si se parece más a mí o a tí, que da sentido a nuestro día a día y que ahora forma parte de nuestros sueños y planes.
¿Qué sería de mí sin tí?
Acabaría sepultada por una montaña de ropa sin recoger.
Tendría los brazos y la espalda molida de dormir a Pajarin con sus ya casi siete kilos.
Dejaría de ver como aparece tímidamente el arcoiris en mis días más grises.
Estaría como una auténtica bola, porque me tendría que comer yo sola los postres de mi padre.
Tal vez aún no habría escuchado la primera carcajada de nuestro bebé. Yo creo que le haces gracia por la barba, porque otra cosa no sé yo... ;)
No tendría esa gran ventaja de poder ir a Cádiz "de gratis" (eso para un madrileño es un lujazo).
Seguiría hablando un castellano estándar, y no habría introducido tus "no veas pisha", "tengo buya" o "encaja la puerta" entre otros.
Llegaría puntual siempre...Ahora la excusa es el niño. Antes cuál era, ¿eh?
Habría abandonado la lactancia materna en sus inicios.
Me habría deshidratado de tanto llorar: el embarazo, el postparto... Mis queridas hormonas haciendo de las suyas...
Gracias a ti por existir... Gracias a ti poder seguir... Y valió la pena hacerlo.
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