lunes, 20 de junio de 2016

Lo que he aprendido de la fiebre

Tras una semana complicada, puedo retomar el blog. Tengo unos veinte minutos antes de que los de la obra corten la luz a todo el edificio, así que intentaré ser breve para que me de tiempo.

El martes, tras una larga siesta, noté a Pajarin algo caliente. Es increíble el sensor maternal de temperatura, no falla. Pajarin solo ha tenido fiebre una vez en sus casi nueve meses de vida. Bueno, no llegó a 38 grados, por lo que se considera febrícula, y fue a raíz de las vacunas de los cuatro meses. Él ni se enteró (ni Papá Oso tampoco), y yo me pasé toda la noche termómetro en mano controlando si le subía.



En fin, martes por la tarde y Pajarin con 38. "Qué raro... Si aparentemente no está malo". Ni mocos, ni dolor de oídos (al tocarle no le molestaban), cacas normales (Ay! Las cacas! Cuánta información dan!), pis abundante, estado de ánimo más o menos normal... Le di un baño templado y le porteé en la mochila por casa hasta que se durmió. 

Tres horas después, la fiebre persistía. No soy amiga de dar medicamentos "a la primera de cambio", de hecho en estos nueve meses la caja de paracetamol que compramos por si acaso cuando le pusimos las primeras vacunas, seguía intacta en el cajón, y yo guardaba la esperanza de que se caducara sin haberla abierto. Pero sucumbí. Tres horas sin que le bajara la fiebre y Papá Oso trabajando hasta tarde (Vivan los horarios conciliadores!). Mejor prevenir.

La fiebre le bajó y se durmió bastante pronto después de cenar, aunque a las tres horas se despertó de nuevo con 38,5 y bastante molesto.

No voy a narrar paso por paso los tres días de fiebre, porque transcurrieron de forma similar a éste primero, aunque llegando a 39,6. A las 24 horas fuimos a su pediatra que nos diagnosticó "garganta algo roja y los dientes. Paracetamol cada 8 horas o antes si está molesto". Lo de ir a la pediatra es por pasearme, porque rara vez me aporta información valiosa, y no termino de fiarme de sus diagnósticos.

Tras tres días de fiebre sin apenas síntomas, Pajarin adormilado prácticamente todo el día y temperatura que pese al paracetamol no bajaba de 37,5, decidimos ir a Urgencias. No soy partidaria de ir a Urgencias si no es algo grave de verdad, y creo que nos adelantamos; pero, la inexperiencia con la fiebre y la poca confianza en nuestra pediatra no nos dejaba alternativa.

Tras tres horas en Urgencias, volvimos a casa más tranquilos. No había infección en la orina, y todo estaba bien, a excepción de la garganta algo roja (deduzco que es por los gritos que da habitualmente).



Y como a Ley de Murpy nunca falla, esa tarde-noche desapareció la fiebre y nunca más volvió. ¿Milagro? No, "exantema súbito", una infección vírica que provoca fiebre durante tres días sin más síntomas relacionados, y desaparece bruscamente dando paso a una erupción (exantema) que en Pajarin ha sido muy leve, que no molesta ni pica y que al presionar con los dedos "blanquea". 

A raíz de estos días de termómetro, paracetamol y fiebre, he sacado algunas conclusiones que quiero compartir, porque quién sabe, lo mismo pueden venirte bien en algún momento.

1. Fiebre. Su aparición asusta, porque significa que una infección la acompaña. Es la reacción del cuerpo ante esos "extraños" que se han colado sin permiso y su forma de luchar para eliminarlos. Si administramos inmediatamente un antitérmico para bajarla o baños y toallitas frías buscando este mismo efecto, puede que estemos logrando un objetivo contrario al que pretendemos. La baja temperatura permite a esos "bichitos" seguir viviendo e impedimos la reacción natural del cuerpo. Por lo que, observa a tu hijx, si su estado es normal (dentro de lo que cabe porque la fiebre agota), no está molesto y no supera los 38,5, evita darle medicamentos. Por prevenir, o por nuestra propia angustia, solemos recurrir a ellos antes de tiempo.

2. Una infección vírica dura 3-4 días, por lo que tenemos que esperar a que remita. Si supera este plazo puede ser una bacteria, que entonces necesitará tratamiento. La paciencia es complicada en estos casos y se nos pasan por la cabeza todas las enfermedades raras del mundos. Respira, observale y controla su evolución.

3. Los brazos son la mejor solución. Intenta mantener el contacto el máximo tiempo posible. El cuerpo de la madre ayuda al bebé a regular su temperatura, por lo tanto no temas estar pegada a él/ella. Es posible que acabes sudando, pero estará más tranquilx y le podrás controlar mejor.



4. El mejor termómetro, el de toda la vida. Olvídate de infrarrojos, termómetros de frente y de oído, y los que dan la temperatura en 30 segundos. Yo tengo uno de estos últimos y he terminado por utilizar el normal, ya que varias veces me tocó contrastar la temperatura porque no me cuadraba. Tampoco te fíes de controlar su temperatura con tus labios en su frente o tocándole la nuca; esto te puede dar una idea de si tiene fiebre o no, pero el termómetro puede sorprenderte y que sea más alta de lo que aparentemente parecía.

5. Los medicamentos no le gustan a nadie, a tu bebé tampoco. Su sabor normalmente no es agradable, por lo que, aunque los de niños están preparados para que su administración sea más sencilla, prepárate canciones, caras y ruidos que le llamen la atención y le hagan olvidarse de eso tan "asqueroso" que acabas de meterle en la boca. 

6. Los dientes no dan fiebre. Hazme caso, es un mito, y probablemente, si tu hijo tiene fiebre entre los 4 y los 18 meses, más de unx te dirá que son los dientes, incluso tu pediatra. La salida de los dientes abre una puerta de entrada a virus y bacterias, por lo que los bebés están más expuestos a ponerse malitos. Si a esto le unimos unos días bajos de defensas y unos cambios de tiempo que dejan "tieso" a cualquiera, es posible que enferme, y lo mismo le coincide con la salida de un diente, pero éste no es el culpable.

7. Ver a tu hijx enfermo es duro. Se hace un nudo en el estómago y solo deseas que mejore pronto y vuelva a dar esos gritos que te vuelven loca a diario. Respira, acompáñale y confía, acabará pasando.


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