miércoles, 19 de septiembre de 2018

Pajarin hermano mayor: el postparto

Uno de mis mayores miedos durante el embarazo de Polluelo era el postparto siendo bimadre.

Ya el postparto por sí solo me aterraba. Con Pajarin lo pasé bastante mal. Sentí un descontrol emocional que se apoderaba de mí y casi hasta que cumplió los cuatro meses, no volví a sentirme yo misma.

En este caso, además, se añadía la dificultad de tener otro hijo al que atender, de recolocarnos para empezar a ser cuatro en lugar de tres.

¿Cómo lo iba a llevar Pajarin? ¿Aceptaría a su hermano de buena gana? ¿Y si no conseguía acompañarle en este proceso?

Creo que el mayor miedo que tenía era el no reconocer a Pajarin. Que le removiera tanto la llegada de un bebé que empezara a comportarse de forma irreconocible. Que su comportamiento y su intensidad me generaran rechazo...

¿Qué injusto no? Rechazar al mayor por la llegada de un segundo hijo... ¿Y si me pasaba? La culpa como siempre mi más fiel compañera.




Como ya conté en un post anterior, al final de embarazo tuve una asesoría con Àngels Torras (madre de Miriam Tirado), en la que también hablamos de la inquietud que me generaba el "no saber hacerlo bien" con Pajarin. Y me dio unas claves maravillosas que aplicamos al dedillo y que comparto a continuación:

-Piensa en que no has decidido tener otro hijo para hacerle una putada (con perdón) al mayor. Puede ser complicado en algunos momentos, pero tener hermanos es el mayor regalo del mundo.

-Es muy importante que cuando llegue el momento de conocer al bebé no haya nadie más, y que sea su padre el que le acompañe, explicándole previamente aquello con lo que se va a encontrar: "Mamá está en la cama con el bebé, a lo mejor está dormido o tomando teta. Mamá tiene un tubito conectado al brazo por X motivos, etc."

-Puede ayudar mucho, sobre todo si le conoce en el hospital, tener una foto del mayor visible, para que sienta que en ese tiempo de separación, mientras mamá estaba recibiendo al bebé, él también estaba presente de alguna forma.

-Tener un brazo libre (dentro de lo posible), de modo que podamos coger y abrazar al mayor. Ahora hay dos hijos, pero mamá tiene dos brazos, uno para cada uno.

-No obligar ni alentar a que le bese, le abrace, le coja, le quiera, etc. Aceptar y acompañar sus sentimientos. Todo irá llegando.

Compramos además un muñeco tamaño bebé para Pajarin, el cual le dimos cuando conoció a Polluelo y le dijimos que era un regalo de su parte. Me resultó un tanto absurdo, porque era mentira. Obviamente un recién nacido no tiene capacidad para comprar regalos, pero bueno, nos salió así en ese momento. Le pusimos el mismo nombre que a Polluelo, con la idea de que pudiera utilizarlo para externalizar algunos sentimientos que pudieran generarle la llegada de su hermano. 
Esto me lo contó "mi alma gemela", que se lo recomendó una psicóloga cuando llegó su segundo hijo.
Cuando son pequeños no saben expresar ni controlar determinadas emociones, y tener en un muñeco "el reflejo" del bebé recién llegado, puede ayudar. De hecho, el muñeco estuvo un tanto maltratado los primeros días...

La reacción de Pajarin cuando su padre le trajo a casa para conocer a su hermano tras dos días en casa de los abuelos, fue: "Yo no quiero conocer a Polluelo". 
"Vale", le dijimos, "Pues no le conozcas. ¿Me das un beso y me cuentas que has hecho con los abuelos?"
Y se subió a la cama y le agarré con "el brazo libre". 
Miraba a Polluelo y decía que era muy pequeño. Sin forzar, él solo fue acercándose y mostrando interés.




Su intensidad no cambió demasiado. No sé si simplemente por la edad, ya veníamos de una etapa intensa, de gritos, mucho movimiento, enfados, alegría y euforia desbordante... Y la línea que ha ido siguiendo ha sido más o menos la misma.

El hecho de preferir para todo a su padre, en este caso, nos ayudó bastante, ya que yo podía ocuparme de Polluelo y Papá Oso de Pajarin. Aunque, también es cierto, que las primeras semanas me reclamaba algo más de lo habitual, cosa que a mí me hacía ilusión y me liberaba un poco del agotamiento de la dedicación constante de un recién nacido.

Al principio hubo momentos en los que me sentí muy forzada. Le hablaba con mucho tacto y mucho cariño cuando realmente yo tenía ganas de llorar y gritar, pero esto me ha ayudado a tener algo más de paciencia y calma.
Sí sentí ese rechazo hacia su ritmo frenético en alguna ocasión, porque no es lo que mi cuerpo reclamaba, pero supe sobrellevarlo bastante bien.

Algo que también nos ha ayudado mucho, aparte de que la baja de paternidad sea ahora de cinco semanas, y no de dos como cuando nació Pajarin, ha sido que Papá Oso se cogiera un mes de excedencia.
En nuestro caso, además de tener un bebé pequeño, se unía el inicio del cole de Pajarin, y consideramos fundamental para todos el tener calma, tiempo y disponibilidad para esta etapa.

Han pasado once semanas desde la llegada de Polluelo, y echando la vista atrás, no ha sido tan complicado como yo preveía (¡ay! mi manía de adelantarme). Pajarin nos lo ha puesto muy fácil, adora a su hermano y su hermano a él (echa unas sonrisas cuando le oye hablar, que me derrito), y creo que nosotros lo hemos hecho bien.

Lo mejor que sabíamos y podíamos; buscando asesoramiento, priorizando el bienestar familiar sobre cualquier otra cosa y teniendo cuidado y calma con Pajarin.



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