Hola mamá,
Hace mucho que no te escribo una carta. La última fue tal vez cuando estaba en el colegio, ¿no? No lo recuerdo, la verdad. Seguro que tú, que lo apuntas y lo guardas (absolutamente) todo, lo sabes.
Hace ya 31 años que nos conocemos, 31 años desde que tú te convertiste en madre y yo en hija. ¿Recuerdas ese momento? Magia, ¿verdad? Seguro que yo lo llevo impregnado en lo más profundo. Esa primera mirada, ese amor profundo.
Este es el segundo año en el que además de celebrar que soy hija, celebro que soy madre. Tu regalo llega tarde, y el mío para compensar, también. Pero, ¿qué mejor regalo que tener hijxs felices y sanos? En este caso, yo para ti, Pajarin para mi.
"Dar nacimiento a un niño es hacerse madre, pero es también volver a ser la hija de su madre. Todas las mujeres dan a luz pensando en sus madres."
¿Recuerdas cuándo me puse de parto?
-No sé si voy a poder, mamá. Tengo miedo.
-Claro que podrás. Tranquila, estás preparada.
Y pese a tu mala experiencia en el parto, el trato desagradable del personal el día más importante de tu vida, y el dolor posterior de unos puntos infectados, me animaste, y te maravillaste de mi parto disfrutado.
Reconozco que he aprendido cosas de ti que no me gustan, y me esfuerzo por no repetir esos patrones que me inquietan y me impiden disfrutar de la vida: la autoexigencia y ese afán de alcanzar la perfección, la autocrítica y la incomodidad de recibir halagos, el afán de tener todo bajo control (lo propio y lo de los demás).
Sin embargo, disfruto bailando y cantando, haciendo listas y organizando plannings semanales, río casi siempre, me gusta escuchar y también que me escuchen, cuido y estoy pendiente de los que me importan, quiero mucho a los que me quieren (y a veces también a los que no me quieren), me emociono con facilidad y también me enfado rápidamente (aunque no me suele durar mucho). Todo esto y mucho más, también te lo debo a ti.
Cada vez que necesito tranquilizarme y respiro profundamente, hinchando la tripa mientras cojo aire por la nariz y lo expulso despacio por la boca, me acuerdo de ti. De cuando era pequeña y te sentaste conmigo en la cama y me enseñaste a hacerlo. De las veces que me recordaste que lo hiciera para calmarme. Parece algo simple, pero ha sido y es una herramienta imprescindible en mi vida.
Me encanta que me digas que estás leyendo a Carlos González, que compartas artículos en Facebook sobre educación Montessori, sobre crianza en brazos y la importancia del contacto.
Y noto a veces que asoma la culpa en ti. Te lamentas de que no estuviera disponible esta información, de que "se hacía lo que decía el pediatra", y siento pena, por ti y por mi, y por todas aquellas mujeres a las que, en gran parte, anularon su instinto materno.
El mundo emocional del adulto tiene su base en la vida intrauterina, y sé que fuimos muy felices cuando éramos solo una. El resto lo hemos ido viviendo lo mejor que hemos sabido, aprendiendo a cada paso, creciendo y llegando a convertirnos en quienes somos hoy.
Te quiero mamá, soy quien soy en gran parte gracias a ti. Y todavía, aún siendo madre, cuando tengo miedo, cuando me invade esa niña que en el fondo soy, deseo volver a tus brazos, volver a ser pequeña y sentirme segura, sentir que todo va bien si tú estás conmigo.
Feliz Día de la Madre!
(Papá, no te pongas celoso, tu carta la dejamos para tu cumple).
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