Igual hoy no es el mejor día para escribir este post... O sí. Al final la aDOSlescencia es así, un mundo de bipolaridad e intensidad máximas.
Hoy tenemos un día más de odio que de amor, por decirlo de alguna forma. La intensidad se ha apoderado de Pajarin, y la demuestra a cada instante. Cuando tiene mocos, cuando suena una canción que no es la que él quiere, cuando juego a "comerme" su nariz, cuando le digo que no hay más pan... En fin, así en general... Un bucle infinito.
Y es que el amor aDOSlescente es tan maravilloso como agotador y contradictorio.
Expulso corazoncitos por los ojos y por cada poro de la piel cuando le oigo "cotorrear" y decir palabras y frases que no sé de donde las saca, cuando me dice que quiere darme un abrazo y "un besito" y me dice que me quiere. En esos momentos creo que me inflo tanto que un día explotaré.
Y quiero aprovechar este post para no dejar pasar esos momentos o frases memorables, que seguro que con el tiempo, y sobre todo con esta media neurona del embarazo, quedarán el olvido para siempre. (Este post lo iré editando para añadir "perlitas" que vayan
-"Mamá, a ver, escúchame. Te voy a decir una cosa..."
-"Mamá/Papá, ¡cállate, no hables! Voy a hablar yo."
-Darle un besito o un mordisco y con la mano hace que se lo quita y se lo come.
-"Éste es el culo mío, ¡no es tuyo!"
-"¿Quieres tarta de San Marcos?", le pregunta su abuela. "No, pa' mí" (vamos, que para Marcos "nanai").
-El camarero diciendo que frutas tiene: "Plátano, manzana, mandarina". Pajarin le mira muy serio: "¿Y pera?"
-"A ver, espera un momento, cinco minutos."
-Cantando "El tamborilero": "...los pastorcillos quieren ver a Adrián."
-"Buenos días mamá/papá. ¿Cómo estás?"
"Muy bien, ¿y tú?"
"Estupendo"
En este amor también hay momentos de rechazo, de te quiero, pero sólo a veces. Y es que desde que Pajarin cumplió los dos años, la preferencia por Papá Oso ha ido en aumento. Al principio era más sutil, pero de un par de meses a ahora, cuando estamos los dos en casa, la predilección por él se ha convertido en un verdadero rechazo hacia a mí: "Tú no, ¡papá!", es lo que suele gritarme.
Y sí, reconozco que hubo momentos (y alguno hay todavía), en los que lo pasé mal. Sentirte rechazada por tu hijo, para quien hasta ahora habías sido lo más importante y la persona más especial de este mundo, es un poco chocante. Te planteas si habrás hecho algo mal, si su padre le entiende mejor que tú, o sabe darle aquello que necesita,... Pero nada de eso amig@s. Esto, como todas las fases por las que pasan nuestros hijos, tiene una explicación.
Hacia los dos años se produce una etapa de identificación con el mismo sexo, es decir, si es un niño suele tirar más por su padre, y si es una niña por su madre. Y es así, y es muy beneficioso que lo vivan con libertad y sin recriminaciones ni chantajes. Si nos duele y nos remueve es cosa nuestra y nos lo tendremos que trabajar. Así que me he resignado y he aprendido a aceptarlo y a aprovechar esos momentos libres que me regala esa conexión padre-hijo.
Y así es nuestro amor aDOSlescente, intenso y agotador, de esos que se recuerdan toda la vida.