Está claro, la teta está de moda. Sí, queda feo, pero digo de moda porque parece que es lo único que mueve a esta sociedad: las modas. No creo que en ningún momento la lactancia artificial superará a la lactancia materna, ni en calidad ni en beneficios para los bebés. Ni creo tampoco que toda una generación (o varias) de mujeres, no tuvieran leche, o ésta no fuera la adecuada para sus bebés. Simplemente el biberón se puso de moda. La incorporación de la mujer al mundo laboral requería facilidades en el cuidado de sus hijos y esta fue una de ellas. Recuerdo comentarios como: "Yo le di tres meses el pecho, y vamos, bastante fue..."
Pero las modas pasan, y llegan otras, y recuperamos costumbres perdidas. Costumbres tan básicas e importantes como dar el pecho a nuestros hijos, y si puede ser de forma prolongada mucho mejor. Hoy en día, la mujer que está convencida de dar el pecho a su bebé (y salvo problemas asociados a la lactancia), no se suele plantear dejarlo antes de los seis meses. De hecho la OMS recomienda lactancia materna exclusiva durante este tiempo. Algo que se da de bruces con una baja por maternidad de cuatro meses. En fin, nuestro país con su lógica aplastante.
Hoy en día no es raro que bebés de más de seis meses, e incluso de un año (y dos y tres), sigan mamando.
Y es aquí, con este panorama, donde nos hayamos Pajarín y yo, con nuestro biberón, rodeados de tetas y soñando con la que iba a ser nuestra lactancia materna prolongada (bueno, soñada por mi, que él dice que pasa de tetas).
Leer a Rosa Jové, Carlos González o Adolfo Gómez Papí entre otros, que alaban constantemente la lactancia materna (como es lógico); acudir a las reuniones de La Liga de la Leche, a grupos de crianza con apego, porteo, etc. A veces se me hace un tanto cuesta arriba.
Incluso he llegado a encomendarme a todos los santos y pedirle a Pajarin al oído, que aguante, que no le entre hambre, que queda un poco raro un bibe en ese ambiente. Ni caso me hace, y le da unos chupetones al bibe que es imposible que pase desapercibido.
De todas formas, yo no pierdo la oportunidad de contar mi historia y el por qué del biberón. Siento que me tengo que justificar para que no me juzguen, aunque en la mayoría de ocasiones solo me juzgo yo. He de decir que desde que me he perdonado lo llevo mucho mejor.
Y en plan reivindicativo, y teniendo en cuenta mi experiencia, por favor no demonicemos los biberones y la leche artificial. Yo soy pro lactancia materna y ojalá mi hijo se hubiera podido alimentar de mi pecho, pero cuando no es así, ese odio a los biberones que se respira en algunos ambientes, pueden generar una frustración y un dolor en la madre que no puede amamantar, que dificulta mucho más la situación.
Es importante conocer los beneficios de la leche materna, saber que no hay nada mejor para tu bebé, disfrutar de la conexión y el placer que supone la lactancia; pero respetemos las decisiones de cada madre, nunca sabemos que se esconde detrás de un biberón, y como dice "mi alma gemela": "lo importante no es dar teta, sino dar amor" (igual la frase no era así, pero el significado es el mismo.