miércoles, 20 de julio de 2016

Mi primer día

20 de julio de 2015. 

Primer día sin ir a trabajar. Barrigón de los buenos y calor infernal en Madrid. No podía imaginarme que un año después seguiría sin sentarme en mi mesa rodeada de montañas de papeles.

Un año ya sin ir a trabajar, ¡y se me ha hecho corto! 

Hasta el nacimiento de Pajarin fueron días de descanso, de intentar dedicarme algo de tiempo, de leer, de aprender, pero también de nervios, de obras, de mudanza y de muchísimo calor (elegí el verano más caluroso del año para pasear mi "bombo").

Y hoy, si miro hacia atrás, puedo decir sin equivocarme, que ya no soy la misma. Físicamente me parezco, pero personalmente he cambiado tanto... "La revolución de la maternidad" lo llaman. Ser consciente de lo que significa ser madre, de disfrutar e implicarme plenamente en la crianza, de intentar estar lo más presente posible para mi hijo en su primer año de vida, y sobre todo, de cambiar mis prioridades.



Que poca importancia tienen ahora las cien mil nimiedades por las que daba vueltas y vueltas a la cabeza. 

Que poco sentido tiene el acudir diariamente a un trabajo que no te gusta, te quita horas de vida y te llena de inquietud y tensión (ojo! que el dinero no crece en los árboles, y si hay que ir se va, pero dándole la importancia justa).

Que enriquecedor es aprender. Nunca sabemos lo suficiente, y en mi caso la crianza y la maternidad me han abierto nuevos mundos que investigar.

Que bonito disfrutar cada día al lado de nuestros hijxs: su evolución, sus juegos, sus miradas... Bonito y agotador. Probablemente estaría menos agotada (y desesperada a veces) si pasara 7-8 horas al día sentada en mi mesa de la oficina rodeada de papeles, pero la vida sería mucho menos interesante.



Que importante replantearse el estilo de vida, la ciudad donde vivir, el trabajo al que dedicarse, hasta el tipo de alimentación... Por ellxs, porque son lo más maravilloso de nuestra vida.



viernes, 8 de julio de 2016

¡Mundo, no me etiquetes!

Andrea es "mi más mejor amiga" y se estrena como colaboradora del blog con sus reflexiones sobre crianza respetuosa y educación emocional. Se ha formado en Coaching y Reiki y tiene una niña preciosa de tres años, con la que descubrió que otro tipo de educación y crianza es posible.



En mi primer post me gustaría tratar un tema bastante “normalizado” en nuestra sociedad: "etiquetar".

Según la R.A.E: 3. tr. Asignar a alguien o algo una etiqueta.

En sí, no sería nada malo si no lo usáramos con tanta frecuencia, y más cuando se trata de palabras negativas hacia nuestros niñxs o adultos.

Nos hemos acostumbrado a escuchar: “Juanito es un trasto” (un vago, un listillo, etc) o mucho peor, escuchar como a niñxs se les dice cosas del tipo: “eres tonto”, “eres un pesado”. Con esto conseguimos frustrar al niñx a quien se dirige el comentario, sin tener en cuenta además que es una forma de maltrato.

Un niñx puede decirnos mucho con su forma de actuar, pero si le encasillamos y no le damos la importancia que se debe, no descubriremos que hay más allá de ese “mal comportamiento”.

Soy una fiel creyente del poder de las palabras. Debemos tener especial cuidado cuando nos referimos a los demás, ya que nuestras definiciones hacia otros no son más que nuestra percepción de ellos.

Un psicólogo de la escuela infantil de mi hija, en una charla reciente, pidió a todos los padres que escribiéramos las características que definen a nuestros niñxs de 3 años. Mi chico y yo escribimos la misma palabra: “tímida”. Inconscientemente, ambos estábamos utilizando con bastante frecuencia esta palabra. El psicólogo nos animó a todos los padres a “darle la vuelta” a estas palabras "menos positivas" y cambiar la visión para que de tanto repetirlas no las convirtiéramos en una verdad absoluta.

Nosotros la cambiamos por “observadora”. Desde aquel momento nos dejó de preocupar su “timidez” (que además es una característica habitual de algunos niños de 2-4 años) y empezamos a valorar lo observadora que es ante cualquier situación. En el momento en que se siente cómoda, aparece la niña risueña y alegre habitual.

Os animo hacer este ejercicio con vuestros niños, ¡a nosotros nos ayudó mucho!

¿Utilizáis muchas etiquetas?¿Tenéis algún truco para evitarlas?


Andrea

lunes, 4 de julio de 2016

18 meses. La exterogestación

18 meses juntos.

Hoy hace nueve meses que llegaste, puntual, tranquilo, curioso. Nueve meses en los que apenas nos hemos separado, porque tú me necesitabas, porque yo te necesitaba.
Ahora recorres la casa velozmente, de una punta a otra, metiendo la mano en el cubo de la fregona, sacando carpetas de cajones, desordenando el poco orden que me caracteriza, lanzándote de cabeza desde la cama, trepándome emocionado y descubriendo cada nuevo alimento con más ilusión y curiosidad que el anterior.
Como has crecido bebé. Qué felicidad verte descubrir, moverte, ser autónomo,..., pero a la vez tan dependiente.




El embarazo de la mujer tiene una duración de 40 semanas (entre 38 y 42 mejor dicho), un tiempo insuficiente para la gestación de un ser humano. Esto se debe a la evolución, ya que al ponernos de pie, las caderas se estrecharon para permitirnos caminar erguidas (bipedestación). Además, el tamaño del cerebro aumentó, y por consiguiente el de la cabeza. Esto supuso, que para permitir la salida por el canal de parto del bebé, se viera reducida la duración del embarazo y por lo tanto la madurez de sus sistemas.

Un recién nacido no es capaz de sobrevivir por sí mismo fuera del útero; necesita alimento, protección y contacto físico; un entorno lo más parecido al que le ha albergado durante sus primeros nueve meses. 

La exterogestación es el periodo de nueve meses inmediatamente posteriores al nacimiento del bebé. Es un periodo en el que tendrá que adaptarse poco a poco al mundo extrauterino y seguirá desarrollándose. Su cerebro continuará creciendo y madurando, creando conexiones neuronales. Por eso son tan importantes las vivencias de los primeros años, sobre todo del primero. No lo recordarán, pero si determinarán en gran parte su base emocial futura.

Mantener un ambiente similar al del útero para nuestro bebé, es tan simple como portearle, alimentarle a demanda, protegerle del frío y del calor, calmar su llanto, tenerle en brazos, contacto piel con piel...

Es aproximadamente a los nueves meses cuando empezará a interactuar y relacionarse con su entorno, y será precisamente esa crianza en brazos, ese contacto durante la exterogestación, lo que generará en él/ella una mayor confianza para explorar y descubrir todo lo que el mundo puede ofrecerle.