20 de julio de 2015.
Primer día sin ir a trabajar. Barrigón de los buenos y calor infernal en Madrid. No podía imaginarme que un año después seguiría sin sentarme en mi mesa rodeada de montañas de papeles.
Un año ya sin ir a trabajar, ¡y se me ha hecho corto!
Hasta el nacimiento de Pajarin fueron días de descanso, de intentar dedicarme algo de tiempo, de leer, de aprender, pero también de nervios, de obras, de mudanza y de muchísimo calor (elegí el verano más caluroso del año para pasear mi "bombo").
Y hoy, si miro hacia atrás, puedo decir sin equivocarme, que ya no soy la misma. Físicamente me parezco, pero personalmente he cambiado tanto... "La revolución de la maternidad" lo llaman. Ser consciente de lo que significa ser madre, de disfrutar e implicarme plenamente en la crianza, de intentar estar lo más presente posible para mi hijo en su primer año de vida, y sobre todo, de cambiar mis prioridades.
Que poca importancia tienen ahora las cien mil nimiedades por las que daba vueltas y vueltas a la cabeza.
Que poco sentido tiene el acudir diariamente a un trabajo que no te gusta, te quita horas de vida y te llena de inquietud y tensión (ojo! que el dinero no crece en los árboles, y si hay que ir se va, pero dándole la importancia justa).
Que enriquecedor es aprender. Nunca sabemos lo suficiente, y en mi caso la crianza y la maternidad me han abierto nuevos mundos que investigar.
Que bonito disfrutar cada día al lado de nuestros hijxs: su evolución, sus juegos, sus miradas... Bonito y agotador. Probablemente estaría menos agotada (y desesperada a veces) si pasara 7-8 horas al día sentada en mi mesa de la oficina rodeada de papeles, pero la vida sería mucho menos interesante.
Que importante replantearse el estilo de vida, la ciudad donde vivir, el trabajo al que dedicarse, hasta el tipo de alimentación... Por ellxs, porque son lo más maravilloso de nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario