Hace algo más de un mes, escribía el post sobre mi preparación para la segunda lactancia.
No sé si en algún momento comenté que era consciente de que la lactancia materna exclusiva, en mi caso, era prácticamente un milagro. Pero, oye, los milagros ocurren, así que había que intentarlo.
Tampoco sé si en alguna ocasión he contado las posibles causas de mi hipogalactia (insuficiencia de leche). Me operé del pecho hace 7 años, en concreto un aumento con mastopexia (buscándolo en Google se puede ampliar información), y las incisiones en mi caso son las que corresponden a un aumento y a una reducción (las tengo todas).
Con la lactancia de Pajarin, me enteré de que con una operación de reducción de pecho es prácticamente imposible una lactancia materna exclusiva, por lo que en mi caso, aunque la operación no era esa, sí tenía las mismas cicatrices.
A esto añadimos que es posible, por la forma que recuerdo de mi pecho antes de operarme, que tuviera lo que se llama "mamas hipoplásicas" (en Google también se puede buscar).
Es decir, demasiadas papeletas en mi poder...
A lo que vamos. Al nacer Polluelo la idea era empezar con lactancia materna exclusiva e ir observándole con mucha cautela. Estaba acompañada por varias asesoras de lactancia e IBCLC's, tanto aquí en Pamplona como en la distancia, con las que iba comentando a diario como evolucionaba Polluelo.
En el hospital no estuvimos ni 12 horas. La planta de Virgen del Camino es antigua, calurosa, las habitaciones son compartidas y el personal que atiende a las mujeres recién dadas a luz y a sus bebés, son enfermeras bastante mayores, que en mi caso, no me generaban comodidad ni confianza. Además tienen protocolos, desde mi punto de vista antiguos y obsoletos, centrados en la comodidad del personal y no en las necesidades del bebé y la madre. Hay que tener en cuenta además, que el personal que debería atender a las mujeres en el postparto inmediato, son matronas, que son las que están formadas para ello.
Polluelo nació a las 12:32h y a las 17:30h ya le habían dado el alta. Estaba perfecto, así que su seguimiento se lo haría el pediatra de su centro de salud.
A mi tardaron casi cinco horas más en darme el alta, porque al parecer había mucho lío en paritorio y los ginecólogos no podían subir a verme. Fue al "amenazar" con que me iba a casa por mi cuenta y riesgo sin el alta firmada cuando les debió entrar la prisa.
No es que "me viniera arriba", es que había solicitado varias veces que nos queríamos ir, que teníamos otro hijo pequeño que nunca se había separado de nosotros (al que por cierto no dejan entrar en la planta de maternidad "por motivos sanitarios". Bueno ni a él ni a los menores de 12 años), y veía que se hacía de noche y que nos iba a tocar dormir de nuevo en el hospital.
Mi madre y mi suegra, como buenas abuelas, estaban preocupadas porque nos fuéramos tan pronto, así "sin control" de Polluelo ni mío, "a ver si nos iba a pasar algo".
A mí algo de cosa también me daba, pero más por aquello de salirse de lo establecido, y por lo antecedentes vividos con Pajarin respecto a la alimentación. Así que hablé con el equipo de matronas de Maternalia, que entre sus servicios cuentan con visitas postparto a domicilio (o al hospital), y a las 24 horas, el 6 de julio, día del chupinazo, aquí tenía a Susana, matrona jefa de Maternalia, comprobando el estado de Polluelo y el mío. La bajada de peso de él era normal, el cordón evolucionaba bien y la contracción de mi útero también.
El domingo 8, 72 horas después del nacimiento, vino otra vez a casa, pesó a Polluelo y comprobó que todo fuera bien. El peso había seguido bajando, pero dentro de la normalidad, y a mí parecía haberme subido la leche, lo cual era buena señal. Me ayudó con la postura, me enseñó alguna nueva y quedamos en que me vería otra de las matronas en un par de días para controlar el peso, ya que ella se iba de vacaciones.
Durante estas primeras 72 horas estuve controlando todo lo controlable en torno a Polluelo: deposiciones (pis y caca) con colores y tamaños incluidos, los suplementos que le daba del calostro que me había extraído en el embarazo (2ml al día como mucho), si le oía tragar cuando estaba al pecho, el número de tomas que hacía,...
En fin, un agobio, pero un agobio necesario en este caso, y una sensación de control que me daba la tranquilidad de que esta vez no íbamos a llegar al mismo extremo que con Pajarin.
Pasadas esas primeras 72 horas empecé a notar que algo no iba bien, los pises no eran muy abundantes, las cacas también se habían reducido y en uno de los pañales nos encontramos unos uratos bastante importantes, algo que aún podía ser normal, pero que unido al resto de señales, empezaba a no gustarme. Ese día, además, Polluelo estaba bastante nervioso. Pasaba de una teta a otra constantemente sin consuelo, y finalmente para tranquilizarle tenía que meterle el dedo meñique en la boca (es algo que se hace para que succione cuando no usan chupete).
Ese mismo tipo de escenas las había vivido con Pajarin y me comenzaba a inquietar.
Esa noche, además de darle lo poco que me había dado tiempo a sacarme (ya no era calostro, sino leche de transición), decidí suplementarle con un poco de leche de la que me había donado "mi alma gemela". Se quedó tranquilo.
Al día siguiente teníamos enfermera para control de peso. Polluelo cumplía 4 días.
Aquella madrugada le había vuelto a suplementar con leche donada, porque de nuevo le notaba muy nervioso y sin consuelo.
Este ha sido el único día que he llorado en este postparto. El milagro no iba a ocurrir. Mi hijo empezaba a pasar hambre y había que ponerle solución. Compré un bote de leche de fórmula en la farmacia. La historia se repetía. Y no, no iba a poder suplementarle con mi propia leche, porque apenas me extraía 20 ml al día en 3-4 extracciones. Sí que había tenido la esperanza de que por lo menos en esta segunda lactancia mi producción fuera mayor, que no tuviera que suplementar tan pronto...
La enfermera me animó a llorar: "Es normal", y también a que no empezara todavía con el biberón, que usara la leche de mi amiga y tratará de dársela con jeringuilla. Que me fijara mucho en el pis y que en tres días controlaríamos de nuevo el peso. En 4 días Polluelo había perdido ya un 10%.
De nuevo se repitió una escena de llanto sin consuelo tras pesarle; ni una teta, ni otra, ni dedo, ni nada,... Pajarin me venía a la mente.
"Bueno, cuando suelen empezar a remontar es a partir del quinto día...", recuerdo que me dijo alguien...
Pero tenía claro que no iba a dejar que aquello fuera a más, así que empecé a descongelar la leche almacenada de "mi alma gemela". Las asesoras de lactancia que me acompañaban me animaron a suplementar e ir viendo...
...(continuará)