Bueno, han pasado bastantes días desde que escribí la primera parte, y ya casi un mes y medio desde que nació Polluelo, pero no quería dejar la historia a medias... No lo voy a contar como lo habría hecho hace unas semanas, porque la falta de descanso y mi "memoria pez" de madre puerpera no me lo permiten.
Mi "alma gemela" me había donado la leche que pudo sacarse en mis tres últimos viajes a Madrid, la cual congelé en jeringuillas y alguna bolsita, a la espera de que fuera necesaria, y lo fue antes de lo que esperaba.
Comencé a suplementar a Polluelo en las tomas, primero con jeringuillas mientras mamaba o utilizando el método "dedo jeringa". Sin embargo, una de las asesoras que me acompañaba en la aventura, me dijo que el suplemento debía ser de mínimo 30 ml por toma, lo que con jeringuillas de 10ml se me hacía bastante pesado.
Me había comprado el relactador pensando en que llegaría el momento de usarlo, y que esta vez sí que iba a intentarlo, pero a la hora de la verdad me dio taaanta pereza... La logística para usar el relactador me resultaba incompatible con mi ritmo de vida, y además no me apetecía nada. Mi máxima admiración para aquellas mujeres que se animan a utilizarlo.
Sacamos todo el arsenal de biberones y recipientes dosificadores para la leche que guardábamos en una caja en el armario. Y de nuevo los miedos, ¿cogerá bien el biberón? ¿Y si lo rechaza? Usamos los biberones Calma de Medela y hay que hacer una succión importante para que salga la leche, algo que cuando son pequeñitos puede costarles un poco.
El primero le costó un poco, supongo que lo sentía un elemento extraño y frío, pero rápidamente "cogió" el truco y empezó a zampar como si no hubiera un mañana.
Respecto a la leche de fórmula, también (como no) aparecieron miedos... ¿Y si no le gusta? ¿Y si le sienta mal? ¿Y si es intolerante? (muy positiva yo, sí). Optamos por la misma marca que habíamos usado con Pajarín. Es la que le dieron en el hospital cuando ingresamos y la que tomó durante más de un año sin problema. Y parece que a Polluelo le pareció buena elección, ya que la aceptó sin problema desde un primer momento.
El hecho de utilizar biberón sé que supone un mayor riesgo de rechazo del pecho, y tomé la decisión consciente de que podía repetirse la misma historia que con Pajarin (rechazó el pecho a los dos meses). Opté por la comodidad. Bastante agotadora es la lactancia mixta, y más con otro hijo al que atender, como para estarme cargando con mayores complicaciones que no me apetecía asumir.
El suplemento de 30 ml pronto pasó a ser de 60 ml, y actualmente lo es de 90 ml. Realmente la leche de fórmula es su alimento principal y podría decirse que el "suplemento" es la leche materna.
En las revisiones con la enfermera Polluelo ha ido ganando peso estupendamente y hace ya semanas que empiezan a asomar lorcitas en piernas y brazos. Y esto es una satisfacción inmensa, que probablemente sería mayor si fuera mi cuerpo el encargado de producir la leche que le alimenta; sin embargo, en esta segunda maternidad no lo vivo con culpa ni con tristeza. Mi hijo está sano y eso es lo más importante.
Respecto al pecho, se lo ofrezco siempre en cada toma. Cuando está muy hambriento lo suelta rápido, pero en otras ocasiones mama un buen rato, hasta que se suelta y le ofrezco el biberón.
Además está la succión "afectiva", en la que el pecho sirve para relajarse, estar con mamá, expulsar gases (XD), etc. Con Pajarin creo recordar que este tipo de succión era menor, ya que utilizaba chupete desde la primera semana y de modo intensivo. A Polluelo se lo ofrecimos con tres semanas, y lo usamos solo en casos de bucle extremo en los que ni teta, ni biberón ni meneo funcionan para que se duerma, o por ejemplo en el coche; aunque he de decir que no lo quiere siempre.
Esta lactancia mixta la estoy viviendo de forma más intensa. Decidí encargarme yo de darle siempre el biberón, por lo menos los primeros meses, al igual que haría si fuera lactancia materna exclusiva. Esto supone un cansancio añadido, sobre todo por la falta de descanso nocturno, ya que las tomas son largas y no puedo dormitar al darle el biberón como lo hago cuando toma teta, y además tengo que sentarme en la cama, sí o sí.
A esto añadimos algunos problemillas con el pecho, que aunque no sean graves, sí me han hecho en algún momento de agobio, plantearme dejar de darle teta. Tener dolor y posibles complicaciones cuando la producción de leche es mínima, es un tanto frustrante. Pero luego, cuando le veo mamando y tranquilo se me pasa y pienso en que igual no nos queda mucho tiempo de disfrutar esa conexión (o sí, quién sabe).
Sacamos todo el arsenal de biberones y recipientes dosificadores para la leche que guardábamos en una caja en el armario. Y de nuevo los miedos, ¿cogerá bien el biberón? ¿Y si lo rechaza? Usamos los biberones Calma de Medela y hay que hacer una succión importante para que salga la leche, algo que cuando son pequeñitos puede costarles un poco.
El primero le costó un poco, supongo que lo sentía un elemento extraño y frío, pero rápidamente "cogió" el truco y empezó a zampar como si no hubiera un mañana.
Respecto a la leche de fórmula, también (como no) aparecieron miedos... ¿Y si no le gusta? ¿Y si le sienta mal? ¿Y si es intolerante? (muy positiva yo, sí). Optamos por la misma marca que habíamos usado con Pajarín. Es la que le dieron en el hospital cuando ingresamos y la que tomó durante más de un año sin problema. Y parece que a Polluelo le pareció buena elección, ya que la aceptó sin problema desde un primer momento.
El hecho de utilizar biberón sé que supone un mayor riesgo de rechazo del pecho, y tomé la decisión consciente de que podía repetirse la misma historia que con Pajarin (rechazó el pecho a los dos meses). Opté por la comodidad. Bastante agotadora es la lactancia mixta, y más con otro hijo al que atender, como para estarme cargando con mayores complicaciones que no me apetecía asumir.
El suplemento de 30 ml pronto pasó a ser de 60 ml, y actualmente lo es de 90 ml. Realmente la leche de fórmula es su alimento principal y podría decirse que el "suplemento" es la leche materna.
En las revisiones con la enfermera Polluelo ha ido ganando peso estupendamente y hace ya semanas que empiezan a asomar lorcitas en piernas y brazos. Y esto es una satisfacción inmensa, que probablemente sería mayor si fuera mi cuerpo el encargado de producir la leche que le alimenta; sin embargo, en esta segunda maternidad no lo vivo con culpa ni con tristeza. Mi hijo está sano y eso es lo más importante.
Respecto al pecho, se lo ofrezco siempre en cada toma. Cuando está muy hambriento lo suelta rápido, pero en otras ocasiones mama un buen rato, hasta que se suelta y le ofrezco el biberón.
Además está la succión "afectiva", en la que el pecho sirve para relajarse, estar con mamá, expulsar gases (XD), etc. Con Pajarin creo recordar que este tipo de succión era menor, ya que utilizaba chupete desde la primera semana y de modo intensivo. A Polluelo se lo ofrecimos con tres semanas, y lo usamos solo en casos de bucle extremo en los que ni teta, ni biberón ni meneo funcionan para que se duerma, o por ejemplo en el coche; aunque he de decir que no lo quiere siempre.
Esta lactancia mixta la estoy viviendo de forma más intensa. Decidí encargarme yo de darle siempre el biberón, por lo menos los primeros meses, al igual que haría si fuera lactancia materna exclusiva. Esto supone un cansancio añadido, sobre todo por la falta de descanso nocturno, ya que las tomas son largas y no puedo dormitar al darle el biberón como lo hago cuando toma teta, y además tengo que sentarme en la cama, sí o sí.
A esto añadimos algunos problemillas con el pecho, que aunque no sean graves, sí me han hecho en algún momento de agobio, plantearme dejar de darle teta. Tener dolor y posibles complicaciones cuando la producción de leche es mínima, es un tanto frustrante. Pero luego, cuando le veo mamando y tranquilo se me pasa y pienso en que igual no nos queda mucho tiempo de disfrutar esa conexión (o sí, quién sabe).
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