Hace tiempo que no soy tu favorita, de hecho hace alrededor de un año.
Y reconozco, que tras dos años de dedicación plena y el embarazo de tu hermano, al principio no me venía nada mal el respiro. Solo me ocupaba de ti cuando papá trabajaba o si él estaba en casa pero en ese momento no podía atenderte. Vamos, cuando no te quedaba otra.
Todo lo querías con papá.
"¡Mamá, tú no! ¡"Vetete"! ¡Quiero que venga papá!"
Y oye, alguna vez hace hasta gracia, pero cuando se repite sin cesar, agota, y entristece, y mucho.
Porque la dependencia absoluta de un hijo es agotadora, pero el rechazo es desolador.
Y llevas ya mucho tiempo rechazándome...
Sé que papá es muy divertido, que de todo hace una fiesta y un teatro, que es tu mejor y mayor ejemplo,...
Pero, ¿y yo? Que te llevé en mi interior nueve meses, que hicimos un equipo estupendo el día que llegaste al mundo, que te alimenté todo lo que pude, que te abracé, te consolé, dormí a tu lado, que leí y me formé para ofrecerte mi mejor versión,...
¿Qué pasa conmigo?
Supongo, y espero, que esto es sólo una etapa, pero ya se me está haciendo muy larga...
La llegada de tu hermano ha supuesto que ya no seamos dos para uno, sino dos para dos, y por lo tanto, nos toque repartirnos casi siempre.
Podría evitar estar contigo, que te acompañase siempre papá, porque es realmente lo que prefieres, pero, pese al rechazo, pese a que tenga que enfrentarme cada vez con el: "Es que quiero que venga papá, tú otro día"; quiero estar contigo.
Porque creces, y el tiempo se escapa, y no sé cuando te leeré el último cuento para dormir.
Y trato de llevarlo bien, de hacerte reír y no darle importancia la mayor parte de las veces.
Bueno, sí le doy importancia, sí me duele, pero sé que no es el dolor de mi yo adulta, sino de mi niña interior, que se siente rechazada por quien más debería quererla.
Pero me repongo, la abrazo y le digo que no es algo personal contra ella, que esto pasará, y que volverás a querernos y necesitarnos como hacías hace un tiempo.
Hoy estaba muy cansada, y tú también.
Y has llorado reclamando a papá, insistiendo en que querías que viniera, que no querías dormir conmigo.
Y yo he llorado por dentro, y ahora también por fuera. Porque no has querido mi abrazo, porque te has despedido triste de papá, porque parecía que ibas a un mal sitio y no a la cama con mamá a que te leyera cuentos para dormir...
Supongo, y espero, que esto pasará, y que si algún día me lees, habrás vuelto a querer mis abrazos, mi ayuda y mi compañía.
¡Pasará, pasará! Y tal vez vuelva. Pero ya de más mayores, yo creo que no duele tanto. Lo he vivido y te entiendo perfectamente. Un beso y ánimo.
ResponderEliminarNo te había leído. Gracias bonita
EliminarA mi me pasa lo mismo! En mi caso creo que es porque yo soy la que impongo las reglas, los horarios, las comidas.. y el padre llega tarde de trabajar, lo justo para jugar apenas una hora. Creo que es algo que pasa en muchas familias, por lo que es algo lógico. Me consuela que por las noches el niño me busca dormidito a mi.. el olor de una madre es insustituible!! Bss. Nadia
ResponderEliminarGracias por compartir... Sí, es algo común pero que a veces no se cuenta...
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