Hoy es un día feliz, muy feliz...
Tras semanas de incertidumbre y de un intenso trabajo personal, hoy teníamos cita en el hospital para la Versión Cefálica Externa, en la que iban a intentar, desde fuera, ayudar a Polluelo a colocarse para evitar la cesárea (más info aquí).
Y no ha funcionado, porque ni siquiera ha hecho falta.
Previamente me han hecho una ecografía y ahí han comprobado que Polluelo ya tenía la cabecita abajo, ¡se había colocado él solito! Mi alegría (y la de Papá Oso), no podía ser mayor. Aunque confiábamos en la versión, obviamente preferíamos evitarla.
En media hora salíamos del hospital flotando y rumbo a celebrarlo con un buen desayuno. Yo lo de estar en ayunas lo llevo fatal, y si a eso le sumamos que apenas había dormido, mis energías estaban por los suelos, aunque con la buenísima noticia, la sensación de mareo había disminuido en parte.
Los días previos a la cita han sido raros... Creo que sé cuando se colocó Polluelo, exactamente de 36+6, ósea hace tres días, y aunque a ratos lo tenía bastante claro, en otros momentos dudaba. Este bollito se mueve muchísimo, y saber si es culo, cabeza, rodilla o pie, es bastante complicado. Esto es algo que con Pajarin no llegué a plantearme. Como en las últimas ecos estaba en cefálica, daba por hecho que permanecía siempre así y supongo que por eso no estaba tan pendiente.
En este caso, ha sido el hecho de tener más controles y el "miedo" a que el mioma no le dejara colocarse, lo que me ha hecho vivir las últimas semanas con incertidumbre y esa sombra de la cesárea acechando.
¿Y cómo he conseguido que se girara?
Pues no lo sé. Es decir, no sé si yo he tenido algo que ver, si ha sido solo cosa suya, o lo hemos hecho entre los dos.
En la semana 34, y tras comprobar en la consulta de la matrona que Polluelo tenía la cabeza arriba, empezó "la odisea". Comencé "tan tarde" porque al ser un segundo embarazo, el útero suele estar "más elástico" y les permite girar más tiempo. Además, en las dos semanas anteriores había notado como estaba colocado en diferentes posiciones, es decir, que seguía dando vueltas (el niño voltereta).
A partir de ese momento hablé y escribí a otras madres que sabía que habían pasado por experiencias similares (la mayoría con final feliz = colocación en cefálica), leí blogs, artículos de internet, etc.; y me inicié en lo que yo llamo "el circo del sol". Empecé a gatear, a ponerme con la cabeza abajo, a sentarme en la pelota para movilizar la pelvis, a colocarme junto a una pared con los pies arriba, a tumbarme con un cojín bajo el culo, a hablarle, a cantarle, a ponerle música en "mis partes bajas" a ver si acudía a la llamada, a iluminar esa misma zona con una linterna por si se sentía atraído hacia la luz, me coloqué un llamador de ángeles con el cordón muy largo, etc.
La idea era que en la ecografía de la semana 36 estuviera colocado y evitar que me hablaran de cesárea. Tampoco tenía claro si me iban a ofrecer la posibilidad de hacerme la versión externa por la presencia del mioma,... así que el hecho de que llegara ese momento me daba un tanto de "cague".
Viví esas primeras semanas de "trabajo" con bastante ansiedad. Polluelo se movía mucho y no sabía si algo estaba funcionando o no. Me sentía un tanto ridícula y también que le estaba presionando sin necesidad, que aún tenía tiempo para colocarse y estaba dudando de su capacidad para "encontrar el camino correcto".
En la semana 35, de nuevo en la consulta de la matrona, comprobaron que seguía con la cabeza arriba, aunque esta vez en el lado contrario. Eso sí, sentando no estaba (y creo que no lo ha estado nunca), sino que se colocaba en transversa o diagonal.
Ese fin de semana tenía máster en Madrid y decidí alargar unos días mi estancia, aprovechando que Papá Oso libraba y podía quedarse "mano a mano" en casa con Pajarin. Necesitaba estar conmigo y con Polluelo, relajarme, quedar con amigos, plantearme posibles alternativas si las cosas no salían como esperábamos,... Y eso hice. Compartir con mis compañeras del máster fue tranquilizador y en esos días conseguí ir reduciendo la ansiedad para dar paso a la confianza y la aceptación.
Casi de 36 semanas empecé con la moxibustión, una técnica tradicional china, recomendada por la OMS para evitar cesáreas innecesarias, cuya efectividad no está muy clara, pero ciertos estudios le otorgan un alto grado de efectividad.
Y ahí estuvimos a vueltas con "el puro" una semana, apestando a tabacazo, pero muy aplicados. Algo que seguía combinando con "el circo del sol", conectar con Polluelo y tratar de estar tranquila y viviendo el día a día.
Llegó la ecografía y como ya sabía, Polluelo seguía con cabeza arriba, tan agusto. Por suerte, ese día estaba otra ginecóloga, majísima, que me recomendó hacerme la versión externa, ya que además al estar en transversa podía ser más fácil. En una semana tenía la cita.
Ese mismo día acudí a la osteópata a ver si animaba a Polluelo, y tuve una sesión con una mujer maravillosa, Àngels Torras (es madre de Miriam Tirado, que igual te suena más). Necesitaba hablar con alguien que supiera acompañar estos procesos, y aunque me sentía bastante tranquila y preparada para lo que viniera, no estaba de más poder hablar con alguien que me proporcionase herramientas para afrontar todas las emociones que estaba viviendo en estas semanas. Hablamos de la versión externa, de una posible cesárea, del parto, del miedo a cómo llevaría Pajarin la llegada de su hermano, etc. Fue genial poder contar con ella y me aportó mucha calma.
Hace unos días, cuando tuve la sensación de que podía haberse colocado, dejé la moxa y los ejercicios, creía que ya había sido suficiente. Pero seguí hablando con Polluelo, explicándole por qué colocar la cabecita abajo era lo mejor, y que si él no podía o no estaba preparado, nos ayudarían desde fuera.
Ayer, además, me dí un baño, el único que me he dado en el año y medio que llevamos en este piso. Y no hice nada especial, estar en silencio y relajarme, permitirme ese espacio para nosotros dos, ahora que seguimos siendo uno...
Y hoy, ¡sorpresa! Polluelo estaba colocado. Tal vez solo había que darle tiempo, y tal vez pueda girar de nuevo. Pero confío en él, totalmente. Sabe lo que tiene que hacer. Ya me lo ha demostrado.
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