En este segundo embarazo he tenido en varias ocasiones la sensación de estar sufriendo una enfermedad, en lugar de estar viviendo un embarazo (salvando las distancias, claro).
Es algo que no experimenté en el embarazo de Pajarin, no sé si por menor consciencia o desconocimiento, porque los profesionales con los que me topé me trataron de otra forma, o simplemente porque no hubo ningún tipo de complicación; o más bien, supongo, un cúmulo de todo.
El caso es que, aunque mis visitas a los profesionales encargados de hacer el seguimiento del embarazo tampoco han sido demasiadas, esa sensación de que algo malo podía pasarme a mí o al bebé, ha estado presente en las conversaciones con alguno de ellos.
Y sí, sé que el seguimiento con el que contamos actualmente impide que en algunos casos algo vaya mal de verdad y lo que se pretende es proteger a madre y bebé, pero también siento que en ocasiones se juega con el miedo.
Cuando ya no se trata solo de tu cuerpo y tu salud, sino también la de la personita que te habita, escuchar determinados pronósticos puede asustar y mucho.
¿De verdad es necesario dar toooda la información a la mujer embarazada? Y precisamente yo soy muy partidaria de estar informada, pero también soy consciente de la inestabilidad emocional que puede generar el embarazo, y cómo los miedos, preocupaciones y estrés en la madre pueden afectar directamente al bebé.
Así que creo que información sí, pero la justa y cuando sea necesario, sin necesidad de anticiparse, porque pasar, pueden pasar muchas cosas...
Al igual que las pruebas, que creo que en ocasiones nos aferramos a ellas como una necesidad, una prueba de que todo va bien, y nos olvidamos de escuchar a nuestro cuerpo y a nuestro bebé.
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