viernes, 14 de abril de 2017

Viernes de parto: La magia existe

Emoción en estado puro...
El segundo parto de "mi alma gemela" es ese que desearíamos todas las mujeres. Ese en el que reina la tranquilidad, el amor, la consciencia de la importancia del momento que se está viviendo.

Hoy hace exactamente 98 días que llegaste a nuestras vidas y es que, desde entonces, vivo el presente, ese precioso instante único e irrepetible que sé no volverá más.

Tu llegada a este mundo fue tranquila, íntima y muy emotiva. Después de un embarazo lleno de altibajos emocionales, nos llenaste de luz y de amor. Cuántos aprendizajes en tan poco tiempo… 

La primera gran lección fue que puedo confiar en mi cuerpo porque es la máquina mejor diseñada. 

Al principio, mi cuerpo me mandaba señales inequívocas de que estaba embarazada, pero mi cerebro me decía que aquel test había dado negativo. A pesar de todo, yo me acariciaba el vientre y notaba como mi útero se iba ensanchando mientras se llenaba de vida. Vivimos unas vacaciones inolvidables en Portugal, y fue allí cuando dejé de creer en un trozo de plástico y escuché los mensajes de mi cuerpo. A nuestra llegada a Madrid, me repetí el test, y ahí estaba esa rayita marcada con gran intensidad que confirmaba mis sospechas. 

La segunda gran lección es que todos tenemos una fortaleza interior increíble, sólo hay que verla, y tú nos hiciste de espejo. Nos diste una fuerza increíble para que papá y yo llegásemos a nuestra esencia y a saber qué queríamos de verdad en nuestras vidas. Y así, empezamos con el síndrome del nido, pero esta vez no se trataba de buscar una cuna (¿para qué?), sino de vender nuestra casa para poder volver dentro de poco a la tierra que nos vio nacer. Además, decidimos firmar un papel para que nuestra relación tuviese validez ante el estado, lo que provocó una serie de situaciones que nos obligaron a abrazar a nuestro niño y nuestra niña interior para poder daros a tu hermano y a ti lo mejor. 

La tercera gran lección fue, que si confiábamos en la vida, nos traería aquello que necesitábamos.

La cuarta, que con personas que te quieren a tu alrededor nada puede salir mal. Desde entonces, han ido llegando a nuestra vida o tomando más fuerza aquellos que de verdad nos quieren y ha sido maravilloso. 

La quinta gran lección es que el amor es el motor del mundo, y por amor a un hijo somos capaces de todo.

Con todas estas lecciones, fuimos preparando tu llegada al mundo. Decidimos que sería en el calor de nuestra casa, rodeado por dos matronas maravillosas y una doula excepcional. 

Fueron pasando las semanas y en la 37 empezamos a preparar todo para cuando decidieses llegar. La visita de Anabel, Sara y Paca cada semana nos llenaban de tranquilidad. La visita de los abuelos y los tíos y primos me llenaron de ese calorcito que tanto necesitaba para afrontar el parto con serenidad. Las quedadas con Raquel, Rober y Adrián nos hicieron más ameno el tiempo que pasaba.

El día 5 de enero me desperté y tenía alguna contracción cada hora y media más o menos. Habíamos quedado para comer con Raquel y su familia, para ver la cabalgata y comer roscón de reyes. Esa mañana me salía todo del revés y ahora sé que es porque mi consciencia estaba en ti, en tu llegada. 

Comimos juntos y fuimos a ver la cabalgata del barrio, a comprar las dos cosas que necesitaba para el parto y nos hicimos las últimas fotos. De vuelta a casa seguía con contracciones más o menos cada hora. Hacia las 8 de la tarde, me dio una más intensa y decidí que era hora de volver a casa. Me puse en la pelota de pilates y cogí el saco de semillas. Seguía pensando que teníamos mucha suerte de contar con tanta gente que nos quería alrededor. Disfrutamos del roscón de reyes y Raquel y su familia se fueron. Quedamos en avisarles si empezaba el parto por si hacía falta que se quedasen con tu hermano, que además, estaba con fiebre.

Esa noche papá me preparó un baño relajante con sal para aliviar la retención de líquidos, y al quitar el tapón de la bañera, supe que quedaba poco tiempo para ser dos en un mismo cuerpo. Y así te lo hice saber, te dije que estaba preparada para tu llegada, para acompañarte en el camino hasta este mundo.

Las contracciones seguían viniendo, pero eran muy irregulares. Papá me decía que le recordaba al otro parto. 

De repente, se me descompuso el estómago, no me apetecía comer. Papá y yo decidimos darnos los regalos de reyes, por si acaso, y preparamos las cosas para tu hermano. Estuve un rato en el sofá y llamamos a Sara (la matrona). Le contamos que tenía contracciones muy irregulares e indoloras y que me iba a la cama a descansar. Al poco rato nos escribió Gaby, el fotógrafo (y segunda doula :) ), para preguntar qué tal iba todo. Le dije que me iba a la cama y quedamos en avisarle si el parto comenzaba. 

Me metí  en la cama sobre las 23:45 y en la primera contracción me levanté. Me fui al sofá a apoyarme contra el respaldo, allí estuve mucho rato. Las contracciones eran muy espaciadas y suaves. Papá estaba a mi lado, acompañándome. Te leímos el cuento de “El mundo al que vienes” y te dijimos que estábamos listos para recibirte y con muchas ganas de conocerte. 





De repente, caí en la cuenta de que la ropita que teníamos pensado ponerte, no estaba lavada, (los abuelos te la habían regalado hacía apenas dos días). Y ahí estaba papá, cortando las etiquetas y poniendo una lavadora con tu ropa, mientras preparaba una infusión de cola de caballo y tomillo, cortaba judías que había comprado esa mañana en el mercado y me acariciaba, mientras yo me dejaba llevar por esas olas. Me imaginaba en el mar, adentrándome más cuando era algo más intensa la ola, pero sabiendo que pronto volvería a la orilla. Yo le insistía en que se fuese a dormir; y me hizo caso, aunque me pidió que para cualquier cosa le avisara. 

A la 1:00 noté una contracción como “de hueso”, más intensa, y avisé a papá para que llamase a las chicas. Inmediatamente se levantó y vino a verme. Me dijo que ya las había avisado. Me preparó el baño, encendió unas velas y puso la toalla a calentar. Al poco rato de estar en la ducha le pedí la pelota de Pilates y la metí dentro. Sentí alivio de poder sentarme, pero me apetecía sumergirme, así que le dije que le pidiese a las chicas que subiesen la piscina de partos. 

Papá se fue al lavadero a poner la secadora. En ese momento me vino una contracción más intensa y vino corriendo al escucharme gritar un poco. Le dije que estaba bien, pero que las contracciones eran cada vez más seguidas y alguna más intensa. Decidí salirme porque no me apetecía estar más en la ducha. Necesitaba moverme y no estar pendiente del grifo. Papá me envolvió en la toalla calentita. 

En ese momento Unay lloró y fue a acompañarle. Yo noté como un líquido tibio recorría mis piernas. ¡Se había roto la bolsa! Enseguida miré y observé que era claro y que no había nada de sangre. Entonces sentí varias contracciones muy placenteras. Me sorprendió experimentar esa sensación tan agradable y deseé que fuese así hasta el final. Papá vino enseguida, yo ya sabía que estabas a punto de nacer y sólo venía a mi mente que el suelo del baño estaba frío, que ahí no cabíamos todos (papá y las chicas) y que iba a ser complicado trasladarme después con bebé y placenta a otro lugar de la casa. Pedí a papá que preparase el sofá. Una vez que estuvo listo, me acompañó hasta el salón. 

Me puse en cuadrupedia y noté cómo ibas descendiendo dentro de mi, sabía que tu llegada era inminente y le dije a papá que notaba tu cabeza. Él informó a las chicas, eran las 1:43. 

Miré a papá
"¿Tienes miedo?", le dije. 
"No", contestó.

Empecé a reír. Vino una contracción más de hueso, sentía como descendías, me incorporé y me apoyé en las rodillas, y noté cómo salía tu cabeza. Ahí estaban las manos de papá para recibirte en este mundo,¿quién mejor que él para hacerlo?

Papá me decía que empujase, pero enseguida noté dolor y pensé que estaba nervioso al ver tu cabeza, pero yo no necesitaba empujar en ese momento. 

Volví a apoyar las manos y noté como giraba tu cabeza. Qué sensación tan extraña, te sentía dentro y fuera de mi a la vez… En la siguiente contracción volví a incorporarme y noté cómo tus hombros salían, fue muy agradable. Al momento, con otra contracción terminó de salir tu cuerpo. 

Papá gritaba emocionado mientras te sostenía,
"Es un niño, un niño precioso!" gritaba.

Me dijo que me tumbase boca arriba y te puso sobre mi vientre. Al cogerte, noté tu primera exhalación y fue increíble. 






Eran las 1:45 del día 6 de enero. Papá trajo la toalla que teníamos preparada y te tapó. Se colocó a mi lado y me repetía que no se lo podía creer, estaba realmente emocionado, eclipsado. Yo estaba emocionada, feliz, inmensamente feliz y muy tranquila. 

Papá, cómo sabía que unos de los motivos de traslado era que la placenta no se desprendiese, me dijo que tenía la mitad ya fuera, que estuviese tranquila. 

A las 1:46 llamaron las chicas a papá al teléfono avisando de que estaban abajo y les dijo muy feliz que ya habías nacido. Llegaron a casa y nos recibieron con un abrazo cálido. Anabel con su mirada tranquila pero observando que todo estuviese bien, y Paca con ese cariño de las manos que cuidan, arropándome. Cuando salió la placenta, pedí tocar y ver el cordón y la placenta. El cordón era como papá me lo había descrito (“un macarrón enorme”) y la placenta de un rojo intenso precioso. Fue papá quién cortó el cordón y fui muy consciente de que acababa una etapa que había disfrutado mucho, en la que teníamos una conexión especial, pero sabía que empezaba una maravillosa vida fuera juntos. 

Poco a poco, empezaste a reptar hasta mi pecho. ¡Era increíble ver cómo lo ibas consiguiendo! Llegaste a mi pezón izquierdo y, tras varios cabeceos, te enganchaste a mi pecho y succionaste con fuerza, mientras la leche iba bajando. Qué agradable fue vivir esa sensación, ese instante en el que volvíamos a ser dos cuerpos unidos.




Papá me recordó que tenía ganas de hacer una estampación de la placenta y Paca la hizo. Es uno de los dibujos más bonitos que nunca he visto. 

Después de unas horas, nos fuimos a la cama papá, tú y yo, mientras las chicas terminaban de recoger sus cosas para marcharse. Empezaba una vida nueva siendo cuatro.

La última gran lección que nos diste ese día fue que nada en esta vida es casualidad. Habías decidido nacer la noche de reyes, esa donde todo el mundo espera con ilusión para recibir sus regalos. Y es que, durante todo el embarazo, yo no paraba de repetir que eras un regalo que la vida nos había traído y, justo llegaste en la noche más especial del año para enseñarnos que la magia existe. 

Gracias Gael por habernos elegido como padres, por tu paciencia, por tu sabiduría. 
Gracias a papá por ser nuestro sostén, por contenerme en los momentos difíciles a pesar de que no estaba en su mejor momento. 
Gracias a mi hijo Unay por todo lo que nos ha regalado. 
Gracias a mis padres que me dieron la vida. 
Gracias a mi alma gemela y a su familia por su apoyo, cariño y por estar ahí cuando más lo hemos necesitado. 
Anabel, Sara y Paca por vuestras sonrisas, cariño y dedicación. 
Gracias a Gaby por tus palabras y tu generosidad. 
A todas y todos os llevamos en el corazón.

5 comentarios:

  1. Que bonito niña!!! Me ha encantado!! Felicidades

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  2. Pero qué bonito 😍
    Yo estoy embarazada y necesitaba leer algo así para animarme, lo tenía en mente pero con miedo...
    Enhorabuena!

    Espero

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  3. Guau, qué pasada. Yo no me hubiera atrevido en casa ni loca, la verdad, pero tuvo que ser precioso, encima los dos solos. Aunque yo creo que. O di a luz en casa de milagro porque llegamos por los pelos... jejeje. Enhorabuena

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  4. Bienvenido Gael y enhorabuena, familia! Efectivamente es un regalo <3 milgracias x compartirlo. Estoy en nuestra semana 38 y preparándose para parto natural en casa de partos... Vuestra deliciosa historia me inspira. Gracias!

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  5. Hola, he decidido quedarme embarazada y me gustaría que mi parto fuera en casa. ¿Cómo puedo encontrar matrona y doula? ¿Cuál fue la tuya?

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