miércoles, 15 de marzo de 2017

Mi nueva vida

Casi seis meses después de mi última publicación, vuelvo a la carga y aprovecho que Pajarin duerme la siesta para intentar escribir un post "del tirón".

Estos meses de desaparición han sido una montaña rusa, algo que me encanta, pero que puede acabar mareando. Si me sigues por Instagram (en Facebook ya no publico, la verdad) igual tienes una ligera idea de lo que estoy hablando.

Pues bien, empecemos por el principio:
Había una vez una madre removida, inconformista, con necesidad de un cambio, que no hallaba su sitio; y un padre que no terminaba de encontrar su camino laboral. Pajarin les miraba y se preguntaba por qué se complicaban tanto la vida con lo fácil que es ser feliz moviéndose en libertad y comiendo pan.
En fin, ahora en serio. Desde que Pajarin llegó a nuestras vidas todo cambió, como ya he contado en multitud de ocasiones. Nuestros valores, nuestra forma de ver la vida e incluso de vivirla. Y en esa nueva vida había aspectos de la anterior que no terminaban de encajar. Vivíamos en Madrid, en un barrio bastante céntrico, con multitud de servicios, transporte, gente, etc. Cuando nos quedamos embarazados decidimos comprarnos un piso, ya que la hipoteca nos suponía una cuota menor que estar pagando un alquiler, y todo hay que decirlo, por la mentalidad esa de acumular propiedades que parece que da otra seguridad (mentira todo). A nivel laboral ni Papá Oso ni yo terminábamos de ubicarnos. Mi excedencia seguía alargándose, sin intención alguna de volver y Papá Oso se enfrentó a un despido y a empezar en un trabajo nuevo, que aunque mejoraba las condiciones del anterior, no tenía nada que ver con su formación ni sus expectativas laborales.

Pese a no poder permitirnos viajar demasiado, surgió varias veces la oportunidad de quedarnos en casa de una amiga en Pamplona, y desde que nació Pajarin estuvimos tres o cuatro veces. Cuando volvíamos a nuestra realidad después de esos días fuera, algo muy desagradable se me removía por dentro. Quería vivir en Pamplona, me parecía una ciudad perfecta para que creciera Pajarin,... pero no podía ser. Nuestra vida estaba en Madrid: trabajo, hipoteca, mis padres,...

Un apunte interesante que no quiero dejar de lado es que mi padre es de Navarra, y que yo, en plena adolescencia, cuando iba a las fiestas de su pueblo, decía que era de allí y que de mayor viviría allí (¿casualidad? No creo...)

Nuestra vida estaba en Madrid, pero, ¿y si la trasladábamos? Ser dueños de nuestra vida, de nuestras decisiones, de elegir el lugar donde vivir y donde crezcan nuestro(s) hijo(s). El hecho de haber tomado un camino no quiere decir que no puedas coger un desvío, hacer un cambio de sentido, o incluso ir por esa carretera secundaria por la que tardas el doble pero puedes contemplar un paisaje maravilloso.

Y así fue, tomamos las riendas de nuestra vida y decidimos que íbamos a vivir en Pamplona.

-Oh! Insensatos! ¿Dónde vais sin trabajo? Con lo mal que están las cosas hoy en día.

-Y con un hijo... Esas cosas se hacen cuando no tienes responsabilidades y eres joven.

-¿Y la casa? ¿Para qué os comprasteis un piso entonces?

Podría seguir, y aunque he añadido algo de dramatismo (no mucho), esos son alguno de los comentarios que tuvimos que escuchar. Y sí, reconozco que nos justificábamos, que dábamos explicaciones para que entendieran nuestra decisión, pero que en el fondo nos daba completamente igual lo que pensara el resto del mundo.

Tardamos cuatro meses en vender el piso y uno más en instalarnos en Pamplona (otra mudanza!!). Otro mes para que Papá Oso encontrara trabajo, el mejor que ha tenido nunca, a nivel académico, económico y emocional. 




Vivimos en un piso precioso, con un parque que se ve desde la ventana (ahora mismo lo estoy viendo) y las montañas al fondo.



Seis meses. Ese es el tiempo que necesitamos para llegar a puerto desde que decidimos que cambiábamos el rumbo. Y somos felices, muy felices. Y si no hubiera resultado como esperábamos, habría sido nuestra decisión, nuestro error, del cual habríamos aprendido y habríamos buscado un nuevo camino hacia el que dirigirnos.




Porque eso es lo importante, que tomes las riendas de tu vida, que nada ni nadie te condicione, que luches por tu felicidad, por la felicidad de tu familia. Y si te equivocas, habrás aprendido algo muy valioso y tendrás la oportunidad de volver a empezar con fuerzas renovadas y la experiencia del que se cae y se vuelve a levantar.


2 comentarios:

  1. Ohhhhh como me alegroooo!!!! Estoy feliz por veros así.... arrepiente de lo que hagas... No lo que no has hecho! Os desde o lo mejor (xcierto soy Lorena "s3lk3t" 😄😚😚😚

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