domingo, 31 de marzo de 2019

Atrapada en el paritorio

Tal vez el nombre de este post suene un poco a "cutre-película" de terror, pero es algo que llevaba tiempo queriendo sacar, y que de hecho me recomendó la psicóloga para sanar y ayudar a otras mujeres que pudieran leerme y sentirse identificadas.

"Menuda exagerada", pienses tal vez al leerme, pero las vivencias de cada una son únicas e incomparables, y el momento del nacimiento de un hijo es uno de los momentos más importantes, empoderantes y a la vez vulnerables de una mujer.

Si no has leído mi relato del nacimiento Polluelo (Parte IParte IIParte IIIParte IV), te invito a hacerlo para entender mejor lo que voy a contarte, y también porque no voy a eternizarme relatando todo de nuevo...

Mi segundo parto no fue para nada como había esperado, si pienso en aquel día además del dolor, lo que viene a mi mente es rabia, engaño, frustración, ...

Al explorarme y ver que había roto bolsa, el ginecólogo me planteó dos opciones: la que él me recomendaba, que era ponerme ya la prostaglandina; o bien, esperar en planta doce horas a ver si me ponía de parto sola y sino, ponerme entonces la prostaglandina para que el parto evolucionase.

Obviamente, yo, que quería que mi parto fuese lo más natural posible, elegí la segunda. Estaba convencida de que dándome tiempo y paseando, se iniciarían las contracciones.
El problema es que el parto tenía que iniciarse en el hospital, a principios de julio, con unas habitaciones compartidas a casi 40 grados, pasillos con luces fluorescentes y un mini espacio para ponerme en la pelota.
Si pensamos en la mujer como animal mamífero, estas no son para nada las condiciones idóneas para que se desencadene el parto, salvo que estés a tope de oxitocina y seas capaz de abstraerte totalmente del lugar y la situación.

No era mi caso. Llevaba desde las seis de la mañana despierta y desde que ingresé en planta tenía un margen de unas 9 horas para ponerme de parto de forma natural.
No sé los kilómetros que caminé por los pasillos del hospital, pero era tal el agotamiento que necesité acostarme a descansar. Las contracciones no terminaban de llegar y aún me quedaba un parto por delante, así que necesitaba reunir algo de fuerzas.

La verdad es que apenas descansé.
A las 5 a.m. vino un enfermera para bajarme a paritorio para la inducción.
"¡¿Perdón?! Si me iban a poner la prostaglandina".
"No sé, es lo que me han dicho".

Tenía que ser un error. Igual es que me ponían la prostaglandina en paritorio por si me ponía de parto. No había otra explicación.

Al llegar a paritorio la matrona nos dijo que me iban a empezar a poner oxitocina poco a poco, que ya llevaba muchas horas con la bolsa rota (según el protocolo de su hospital, claro).
Papá Oso y yo nos quedamos helados. No podía ser, eso no era lo que nos había dicho el ginecólogo, los dos habíamos escuchado lo mismo.
Pues el ginecólogo se plantó en el paritorio y nos aseguró convencidísimo de que él no nos había dicho eso.

Y allí estaba, atrapada en el paritorio, porque aunque no estuviera de acuerdo, no podía salir de allí y tenía que acatar lo que me dijeran.
Sí, podría haberme negado en rotundo y haber luchado contra el criterio de matronas y ginecólogos, pero no tenía fuerzas para ello, y muy probablemente habrían alegado a la salud de mi hijo.

Y allí me vi, en manos de unos profesionales, que aunque en todo momento sentí que me trataban con respeto, no me inspiraban confianza...
Mi bloqueo por estar entrando de lleno en una inducción, y esa sensación de que me habían engañado y me estaba sumergiendo en un parto intervenido, no me ayudaron nada.

No quería estar allí, así no, pero no tenía otra opción.




Tras horas de dolor, preocupación por mi sangrado y en algún momento por el buen estado de Polluelo, llegó por fin el expulsivo, también largo y doloroso, junto a una matrona, que aunque me informaba y apoyaba en el proceso, sentía que no estaba preparada/acostumbrada a partos sin epidural, y que las posiciones que me sugería no favorecían la salida de Polluelo. (Esto lo he comentado con amigas matronas, que efectivamente me han confirmado mi pensamiento - es un tema simple de gravedad).

Siento que me robaron mi parto, que las cosas podrían (o no) haber sido muy diferentes si el protocolo y el personal que me atendió hubiera sido otro.
Y me vi atrapada en un hospital que no quería, en un protocolo que no entendía; y me sentí engañada y desconfiada.

Porque cuando sabes que los partos pueden atenderse de otra forma, cuando además lo has vivido anteriormente, no todo vale; y el no sentirme dueña de uno de los momentos más importantes de mi vida, y de la vida de mi hijo, me hizo y me hace sentir rabia, frustración, tristeza y culpa, que dejo aquí hoy.

Las descargo de mi mochila y las guardo en este blog, porque ya no las necesito, y tal vez, a ti, te viene bien leer algo así.



martes, 26 de marzo de 2019

3 años (y medio)

Tengo pendiente escribir este post prácticamente desde hace seis meses, pero es lo que tiene la bimaternidad, que si antes tenía poco tiempo, ahora es casi inexistente.

Antes de escribir esto, he releído lo que te escribí cuando cumpliste dos años. 
¡Qué de cambios! ¡Qué diferente es todo y que distintos también nosotros!

Tengo algo que confesarte: a veces no sé quién eres, aunque también es verdad que a veces ni yo misma sé quién soy, aunque creo que me da más vértigo no reconocerte a ti.

En momentos de calma, (que no son muchos), cuando juegas, miras un libro o duermes, te miro y trato de encontrarte. 
¿Dónde está mi bebé?

Bueno, pues el bebé ya no está, eres un niño precioso, muy alto y menos relleno ("bollete relleno de cacahuete", solíamos decir). Además te has convertido en hermano mayor, y has empezado el cole.

Muchos cambios, tal vez demasiados. 
Porque ya no eres un bebé, pero sigues siendo un niño muy muy pequeño, aunque a veces tu forma de hablar y comportarte nos dé la sensación de que eres mayor de lo que realmente eres.

Y aquí estamos, papá y yo, tratando de hacerlo lo mejor posible, dentro de nuestra inexistente educación emocional y nuestra falta de herramientas de educación respetuosa.

No está siendo fácil para nosotros, y supongo que tampoco para ti.
Tu hermano tiene casi nueve meses, recorre la casa arrastrándose y se ríe y "parlotea".
Tú le quieres mucho, no porque nosotros te lo digamos, que nunca lo hemos hecho, sino porque lo notamos. Casi desde su llegada has querido estar cerca de él, y te encanta mirarle. Alguna vez cuando llora, le cantas "Paristik natorren", porque sabes que le gusta, y cuando se despierta y asoma la cabecilla sueles dedicarle un "¿Qué pasa txiki? ¿Cómo estás chiquitín?"
Pero entendemos que esto de ser cuatro es complicado, y más con un bebé al que hay que dormir, dar el biberón, limpiar, cambiar, etc; tareas que impiden que estemos contigo constantemente.
Además ya llega a todo y empieza a coger tus juguetes, a tirarte las torres y a chupar los gigantes, cosas que mucha gracia no te hacen. Eso sí, tú lanzas lo suyo por tooodo el salón.




Ha dejado de gustarte la verdura ("puuuaaaj" dices con cara de asco), y hay días que te alimentas a base de fruta y cereales. Eso sí, la pizza en el salón la noche del viernes viendo Masterchef no la perdonas.

Sigues durmiendo con nosotros en tu camita pegada a la grande donde dormimos el resto, aunque te va motivando algo más la cama de tu habitación. Allí se pueden leer libros de música, y contar cosas en voz alta sin despertar a Polluelo. De momento, la finalidad de estar allí es leer, que la cama de dormir es la de la habitación común, pero hay días que estás tan cansado o enfadado, que duermes un rato ahí.

La adaptación al cole ha sido larga pero tranquila (esto lo dejo para otro post) y sentimos que eres feliz allí con tu maestra y "tus niños y niñas", aunque la jornada es demasiado larga y estás muuuy cansado.




Una de tus palabras favoritas actualmente es "Tont@", en versión grito, normal o drama.
A veces incluyes un "No voy a jugar más contigo", y también un "No te voy a escuchar más".

Tenemos que pensar mucho en lo que te vamos a decir y cómo lo vamos a hacer, ya que estamos a tope con la negación, la autonomía y básicamente hacer lo que te de la gana, y si es contrario a lo que nosotros queremos/pedimos, mucho mejor.
Esto de pensar antes de hablar es posible cuando somos dos adultos para dos niños o cuando está uno para dos y no hay tensión o agotamiento en el ambiente. 
Y nos liamos muchas veces cariño, y te gritamos o utilizamos frases de forma inconsciente, pero tratando de rectificar y pedirte perdón cuando sentimos que lo hemos hecho mal.
Estamos todos aprendiendo...
Tú a lidiar con todas esas emociones locas, a crecer y a ser hermano mayor; y nosotros a ser padres, que es algo que no te enseñan, y que con más de un hijo se complica todavía más.

No sé cómo irás creciendo y evolucionando, en qué personalidad desembocará esta intensidad con la que vives tanto lo bueno como lo malo, lo que sí espero es estarte acompañando en la construcción de raíces fuertes, que a su vez te den alas.

Vuela Pajarin, vuela.
Feliz tercer vuelta (y media) al Sol.



lunes, 14 de enero de 2019

Claves para un postparto "fácil"

Consejos vendo, para mi no tengo.
Soy la primera que me sé la teoría y luego la práctica la aplico regular, pero igual, a ti te sirve, y te facilito “un poquito” las cosas.
Mis postpartos no han sido fáciles. Bueno, creo que ningún postparto es fácil de por sí.
El primero me removió mucho emocionalmente, e ingresamos con Pajarin cuando tenía tan solo 14 días.
El segundo, al que temía muchísimo emocionalmente, ha sido muy complicado a nivel físico. Tres meses sangrando, con su correspondiente anemia e intervención para quitarme un mioma, y remolino emocional cuando ya me encontraba bien físicamente.
De hecho, podría decir, que con un bebé de casi 6 meses, sigo todavía en una montaña rusa de puerpera.
Ya me dijo “mi alma gemela” que el postparto del segundo era muuuucho más largo. Supongo que apenas hay tiempo para dedicarse a una misma y sus emociones, y esto se va alargando en el tiempo.
Así que aquí te dejo unos consejos (o “tips” en moderno) para sobrellevarlo lo mejor posible:


1. Cómprate (o pide prestado) un portabebés.

La mayoría de bebés, simplemente por el hecho de serlo, necesitan mucho contacto, y como solemos tener otras mil cosas que hacer, o incluso, atender a otrxs hijxs; lo de tenerles todo el día en brazos puede ser muy desesperante.
Un portabebés te permitirá cubrir esa necesidad de tu bebé (y tuya) de contacto, con los brazos totalmente libres.


2. Sal a la calle.

Aunque haga frío, viento o llueva. Aunque la pereza te impida despegarte del sofá. De verdad, sal a la calle. Con un portabebés, un buen abrigo, y un paraguas, no hay clima que se resista. 
A ver, que no vas a salir diluviando, pero en el norte, como esperes a que haga buen tiempo, te quedas medio año en casa.
Así que equípate y sal. 
Que el viento te despeine, que el sol caliente tu cara.
Ver gente, salir de tu burbuja de pañales, leche agria, despertares y llantos, te hace darte cuenta de que hay vida más allá, que esto pasa, y que los bebés crecen y las madres sobreviven.


3. Pide ayuda.

Es algo que nos suele costar. Nos han enseñado a ser autosuficientes y hacer todo por nosotras mismas. Pero, hazme caso, es una mentira enoooorme.
Y más con un bebé totalmente dependiente, que con un poco de suerte te deja ducharte cada dos días.
Deja de pedir comida (porquerías) a domicilio. Pide a tus padres, amigxs, vecinxs, hermanxs o cuñadxs, que te lleven unos tupers, que se hagan cargo un rato de tu/s otro/s hijx/s, que te hagan la compra, o cualquiera de las cien mil cosas que tienes en la lista de pendientes.
Seguro que lo harán encantados, y si no, da igual, te toca pensar en ti y en tu bebé.





4. Hazlo fácil, no difícil.

Esta es una frase que utilizo bastante con Pajarin desde que estaba embarazada, y ahora cuando me quedo sola con los dos:
“Cariño, vamos a hacerlo fácil, no difícil”.
Pues eso, que igual hacer una pizza casera, masa incluida, no es lo más sencillo con un bebé muerto de sueño y un hijo mayor muerto de hambre. Una masa congelada ( o una pizza preparada) hace el apaño y nos facilita la vida.
Ir de rebajas, a primera hora, para poder probarte y que la tienda esté todavía medio ordenada, tal vez no sea compatible con el ritmo de tu bebé. Tira de compra online, que es muy apañado y casi siempre puedes devolverlo sin problemas.
Esto Papá Oso lo tiene muy integrado, “¿Para qué me voy a estar complicando tanto?”. En esto, ellos suelen ser mucho más prácticos.


5. Observa mucho a tu bebé.

La comparación es tan odiosa como inevitable, y suele aparecer tanto si tenemos otrxs hijxs, como si tenemos cerca otros bebés.
Seguro que el tuyo es el que come y/o duerme peor, ¿verdad?
Observa a tu bebé, es único, y haciéndolo empezaras a ser consciente de cuál es su naturaleza, de cuál es su ritmo y sus necesidades.
Aunque tal vez preferirías que fuera de otra forma, que “no te lo pusiera tan difícil” (el no te lo pone de ninguna manera, que conste, no hace las cosas para fastidiarte), que durmiera más tiempo, no se despertara tanto, y un largo etcétera,… Tu bebé es único, inigualable, igual que lo es su temperamento y la personalidad que irá desarrollando a lo largo de la primera infancia.
Puedes aceptarle y acompañarle, o luchar contra él…
(Todo esto me lo digo a mí directamente, pero igual te sirve).





6. Delega. Es su padre.

Ufff, como nos cuesta a veces delegar, ¿verdad? Sobre todo cuando nuestrxs hijxs son pequeñxs. Nadie lo va a hacer como nosotras, ni siquiera su padre.
Pues no, efectivamente no lo va a hacer como nosotras, lo va a hacer como él sabe, como su padre que es. Y estará bien, porque nuestro hijo descubrirá y se enriquecerá de otra forma de hacer las cosas; bien sea cambiarle el pañal, dormirle, portearle o cantarle una canción.
¡Confiemos!


7. Rodéate de madres.

La tribu es muy importante. 
Dejar de sentirte una loca o una exagerada. Comprobar que lo que te pasa a ti le pasa a otras muchas.
Tal vez tus amigas, vecinas, primas o hermanas no tengan hijxs, o los tengan ya tan mayores que hayan olvidado la etapa tan intensa en la que te encuentras, pero seguro que hay algún grupo de crianza cerca de tu casa (o en la otra punta de tu pueblo/ciudad) al que merece la pena que te acerques de vez en cuando para compartir, hablar o solo escuchar.
Y sino, siempre nos quedará internet, las videollamadas y los audios de WhatsApp.


8. Pon música.

La música es sanadora, para nosotras y para nuestrxs hijxs. 
Cantar, bailar, escuchar música que nos gusta, que nos motiva, que nos sube el ánimo o que nos relaja.
A mi, desde luego, puede cambiarme el humor y enderezar el día que había empezado torcido.
Es una herramienta muy sencilla, que se me olvida casi siempre.


¡Feliz postparto!

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Nuestra segunda lactancia mixta: cambios y mejoras

Hoy Polluelo cumple 4 meses y la lactancia mixta ya es prácticamente inexistente.
Ya solo le ofrezco un pecho (el otro me empezó a molestar cuando se enganchaba y además él se enfadaba) y mama unos segundos, pero oye, mientras salga algo, eso que se lleva :)

Tenía pendiente este post, y no quería dejar de escribirlo, porque creo que puede resultar interesante y porque además me gusta tenerlo por aquí escrito para cuando me apetezca recordarlo y mi memoria de pez no dé de sí.

Pues bien, como ya conté en un post anterior, esta segunda lactancia materna exclusiva, como era de esperar, tampoco pudo ser.
Al enfrentarme a una nueva lactancia mixta, decidí modificar algunas aspectos, ya que la experiencia es un grado, y mis conocimientos mayores.

-Empecé a preparar "bien" los biberones. Aquí puedes leer como deben prepararse, algo que descubrí con Pajarin cuando tenía más de un año.

-Retrasé ofrecerle el chupete, y he tratado de ofrecerle pecho en esos momentos en los que a Pajarin le ofrecía chupete directamente (para dormirse, cuando por la noche se inquieta, etc.)

-Solo yo le doy de comer. 
Esto es para mí el mayor cambio.
Mi intención era mantener esto como mínimo hasta los 6 meses, pero como he empezado a trabajar unas horitas, Papá Oso suele darle una toma cuando no estoy. 
Con Pajarin nos repartíamos las tomas, pero me planteé que si hubiera podido darle pecho, habría sido algo mío exclusivo y con Polluelo decidí hacerlo así. 
Es mucho más cansado, por supuesto, sobre todo por las noches (un biberón hay que darlo sentada sí o sí), pero era algo que quería hacer, y que si puedo, mantendré en el tiempo. 
Este post de Ibone Olza me parece maravilloso: "Dar el biberón como si fuera el pecho".




-No uso sacaleches.
Bueno, solo lo usé las primeras semanas con la idea de que la producción fuera mayor; y viendo que no era así, con la intención de guardar algo de mi leche congelada para cuando Polluelo rechazara el pecho.
La poca leche que congelé, se la di hace semanas a Polluelo los días que no quería saber nada de teta.
Y aunque tengo sacaleches, no lo he vuelto a usar. Podía haberlo hecho, pero me escuché, y sentí que no era lo que quería. 
No me apetecía nada. El tiempo no me sobra y la logística con dos es más complicada, así que lo descarté sin dudar.

-He seguido ofreciéndole el pecho.
Con Pajarin me rendí. Cada vez que rechazaba el pecho me sentía "ofendida", me dolía, y creo que por eso decidí utilizar el sacaleches y darle lo poco que salía de forma diferida. 
Con Polluelo he sido mucho más pesada, y aunque ha habido días que ha pasado de la teta totalmente, yo he seguido insistiendo, y oye, si cuela, cuela.
Y ha colado. 
Una vez superadas un par de semanas complicadas relacionadas con la crisis de los tres meses, Polluelo ha cedido un poco y alguna que otra vez mama unos segundos. Para mí es suficiente, y para él parece que también.

-No me culpo.
¡Ay, la culpa! Es mi gran compañera en la maternidad, y en mi primera lactancia no me dejaba ni a sol ni a sombra. Me costó cuatro largos meses perdonarme.
Esta vez, se asomó un poco en esos días en los que Polluelo rechazaba la teta, pero la eché inmediatamente. Si no podía ser, no podía ser, y había hecho todo lo que estaba en mi mano y todo lo que había sentido y querido hacer en cada momento.

-No me complico.
Y mira que pensaba complicarme... 
Me refiero a usar el relactador, que para mí es una gran complicación, aunque supongo que como todo, es cuestión de acostumbrarse. Mi admiración total a aquellas mujeres que se atreven con él.
Ahí lo tengo guardado, porque no he llegado a usarlo ni una vez.
Sentí que la logística familiar no daba de sí, que me iba a complicar la vida, y sobre todo, que no me apetecía nada.

Y aunque en los momentos complicados, los días se hacen eternos, ya han pasado cuatro meses de lactancia mixta, y cuando me quiera dar cuenta ya estaremos iniciando la alimentación complementaria.
Porque "los días son largos, los años cortos".





domingo, 30 de septiembre de 2018

Un postparto eterno de lo más variado

A cinco días de que Polluelo cumpla tres meses, creo que por fin puedo cerrar el capítulo del postparto. 
A nivel físico me refiero, porque creo que el postparto a nivel emocional es mucho más largo e incluye a toda la familia, todos tenemos que recolocarnos. 
De hecho, con Pajarin creo que empecé a sentirme cómoda y feliz con la nueva situación entre los tres y cuatro meses postparto; es decir, prácticamente cuando tendría que haberme incorporado a trabajar.

En fin, que me lío. 
¡Menudo postparto señoras y señores! ¡Y me lo quería perder!
Ilusa de mí, yo le tenía miedo a mis emociones, a ese descontrol imposible de controlar provocado por las hormonas, que en este segundo postparto incluía a Pajarin y su adaptación a ser hermano mayor y lo que esto le pudiera provocar.
Este miedo me había acompañado casi todo el embarazo, y al final nada fue como yo pensaba. Así que, toma nota (que yo también lo hago), no te adelantes, todo irá fluyendo.




A nivel físico estaba el tema mioma, que suponía un riesgo añadido para una posible hemorragia en el postparto inmediato, algo que no ocurrió. 
Fue mucho más variado y divertido, y te lo cuento a continuación.

1. Sangrado normal postparto, acompañado de sus correspondientes compresas tocológicas que valen riñón y medio en la farmacia. 

2. Pequeña hemorroide que me daba algo de lata al ir al baño, para lo que reutilicé una crema que me compré para el postparto de Pajarin, en el que también apareció mi pequeña amiga.

3. Quemadura en un dedo con el agua hirviendo para los biberones de Polluelo. Algo que nos puede pasar a cualquiera, pero no era el mejor momento.

4. Visita al dentista con diagnóstico de caries, que claro, hay que empastar cuanto antes. Empaste al canto y cuatro visitas más para retocarlo/corregirlo porque me molestaba y me dolía al masticar. No me lo solucionaron; estoy pendiente de hacerme una endodoncia.

5. Cólicos de gases que me impedían sentarme y veía las estrellas al ponerme encima a Polluelo. Deduje que podía ser del hierro que estaba tomando que no me caía muy bien.

6. Virus gastrointestinal de unas 12 horas, con espectáculo en Elizondo y vuelta rauda y veloz a Pamplona, porque me iba por la patilla.

7. Horrorosos entuertos. Menos mal que duran poco, pero menuda diferencia con el primer postparto.

8. Incontinencia urinaria. Vamos, que "me meaba toa'". Eso me pasó los primeros días y me asusté pensando que me iba a quedar como Concha Velasco. Los solucioné comprándome unos pañales de adulto en Mercadona y tomándomelo con humor, porque a los días se pasó solo. La cosa era que cuando me venían las ganas de hacer pis, yo apretaba hacia dentro digamos, para que no se escapara, pero debía hacerlo al revés y aquello se desbordaba.




9. Dolor, mucho dolor, que yo asocié a una primera regla tras 50 días de sangrado postparto, pero que se fue alargando durante unas seis semanas. Bueno, dolor y sangrado mayor que el del primer mes. Esto finalmente fue provocado por el mioma y le pusieron solución hace apenas cuatro días, operándome. Pero como esto tiene miga, y es una larga historia, tendrá el honor de ser contado en un post exclusivo para este tema.

10. Pinchazos en el pecho derivados de una posible infección o mastitis subaguda, que al parecer suele ocurrir cuando se ponen antibióticos en el parto. En mi caso, me pusieron dos distintos, ambos para prevenir. Uno por la rotura de bolsa y otro porque la ginecóloga "me sacó" la placenta.

Y si no me equivoco, esto fue todo. Suficiente, ¿no?
Reconozco, que viéndolo así todo junto, he estado entretenida estos últimos tres meses. Como si convertirme en bimadre no fuera intenso ya de por sí.
A nivel emocional he estado estupenda y creo que eso es lo que me ha permitido superar cada traba dignamente. Eso sí, el último mes ha sido muy duro, pero realmente ya no era parte del postparto, sino de ese mioma que como he dicho, se ha ganado su post exclusivo.


miércoles, 19 de septiembre de 2018

Pajarin hermano mayor: el postparto

Uno de mis mayores miedos durante el embarazo de Polluelo era el postparto siendo bimadre.

Ya el postparto por sí solo me aterraba. Con Pajarin lo pasé bastante mal. Sentí un descontrol emocional que se apoderaba de mí y casi hasta que cumplió los cuatro meses, no volví a sentirme yo misma.

En este caso, además, se añadía la dificultad de tener otro hijo al que atender, de recolocarnos para empezar a ser cuatro en lugar de tres.

¿Cómo lo iba a llevar Pajarin? ¿Aceptaría a su hermano de buena gana? ¿Y si no conseguía acompañarle en este proceso?

Creo que el mayor miedo que tenía era el no reconocer a Pajarin. Que le removiera tanto la llegada de un bebé que empezara a comportarse de forma irreconocible. Que su comportamiento y su intensidad me generaran rechazo...

¿Qué injusto no? Rechazar al mayor por la llegada de un segundo hijo... ¿Y si me pasaba? La culpa como siempre mi más fiel compañera.




Como ya conté en un post anterior, al final de embarazo tuve una asesoría con Àngels Torras (madre de Miriam Tirado), en la que también hablamos de la inquietud que me generaba el "no saber hacerlo bien" con Pajarin. Y me dio unas claves maravillosas que aplicamos al dedillo y que comparto a continuación:

-Piensa en que no has decidido tener otro hijo para hacerle una putada (con perdón) al mayor. Puede ser complicado en algunos momentos, pero tener hermanos es el mayor regalo del mundo.

-Es muy importante que cuando llegue el momento de conocer al bebé no haya nadie más, y que sea su padre el que le acompañe, explicándole previamente aquello con lo que se va a encontrar: "Mamá está en la cama con el bebé, a lo mejor está dormido o tomando teta. Mamá tiene un tubito conectado al brazo por X motivos, etc."

-Puede ayudar mucho, sobre todo si le conoce en el hospital, tener una foto del mayor visible, para que sienta que en ese tiempo de separación, mientras mamá estaba recibiendo al bebé, él también estaba presente de alguna forma.

-Tener un brazo libre (dentro de lo posible), de modo que podamos coger y abrazar al mayor. Ahora hay dos hijos, pero mamá tiene dos brazos, uno para cada uno.

-No obligar ni alentar a que le bese, le abrace, le coja, le quiera, etc. Aceptar y acompañar sus sentimientos. Todo irá llegando.

Compramos además un muñeco tamaño bebé para Pajarin, el cual le dimos cuando conoció a Polluelo y le dijimos que era un regalo de su parte. Me resultó un tanto absurdo, porque era mentira. Obviamente un recién nacido no tiene capacidad para comprar regalos, pero bueno, nos salió así en ese momento. Le pusimos el mismo nombre que a Polluelo, con la idea de que pudiera utilizarlo para externalizar algunos sentimientos que pudieran generarle la llegada de su hermano. 
Esto me lo contó "mi alma gemela", que se lo recomendó una psicóloga cuando llegó su segundo hijo.
Cuando son pequeños no saben expresar ni controlar determinadas emociones, y tener en un muñeco "el reflejo" del bebé recién llegado, puede ayudar. De hecho, el muñeco estuvo un tanto maltratado los primeros días...

La reacción de Pajarin cuando su padre le trajo a casa para conocer a su hermano tras dos días en casa de los abuelos, fue: "Yo no quiero conocer a Polluelo". 
"Vale", le dijimos, "Pues no le conozcas. ¿Me das un beso y me cuentas que has hecho con los abuelos?"
Y se subió a la cama y le agarré con "el brazo libre". 
Miraba a Polluelo y decía que era muy pequeño. Sin forzar, él solo fue acercándose y mostrando interés.




Su intensidad no cambió demasiado. No sé si simplemente por la edad, ya veníamos de una etapa intensa, de gritos, mucho movimiento, enfados, alegría y euforia desbordante... Y la línea que ha ido siguiendo ha sido más o menos la misma.

El hecho de preferir para todo a su padre, en este caso, nos ayudó bastante, ya que yo podía ocuparme de Polluelo y Papá Oso de Pajarin. Aunque, también es cierto, que las primeras semanas me reclamaba algo más de lo habitual, cosa que a mí me hacía ilusión y me liberaba un poco del agotamiento de la dedicación constante de un recién nacido.

Al principio hubo momentos en los que me sentí muy forzada. Le hablaba con mucho tacto y mucho cariño cuando realmente yo tenía ganas de llorar y gritar, pero esto me ha ayudado a tener algo más de paciencia y calma.
Sí sentí ese rechazo hacia su ritmo frenético en alguna ocasión, porque no es lo que mi cuerpo reclamaba, pero supe sobrellevarlo bastante bien.

Algo que también nos ha ayudado mucho, aparte de que la baja de paternidad sea ahora de cinco semanas, y no de dos como cuando nació Pajarin, ha sido que Papá Oso se cogiera un mes de excedencia.
En nuestro caso, además de tener un bebé pequeño, se unía el inicio del cole de Pajarin, y consideramos fundamental para todos el tener calma, tiempo y disponibilidad para esta etapa.

Han pasado once semanas desde la llegada de Polluelo, y echando la vista atrás, no ha sido tan complicado como yo preveía (¡ay! mi manía de adelantarme). Pajarin nos lo ha puesto muy fácil, adora a su hermano y su hermano a él (echa unas sonrisas cuando le oye hablar, que me derrito), y creo que nosotros lo hemos hecho bien.

Lo mejor que sabíamos y podíamos; buscando asesoramiento, priorizando el bienestar familiar sobre cualquier otra cosa y teniendo cuidado y calma con Pajarin.



viernes, 24 de agosto de 2018

¡Mamá, tú no!

Hace tiempo que no soy tu favorita, de hecho hace alrededor de un año. 

Y reconozco, que tras dos años de dedicación plena y el embarazo de tu hermano, al principio no me venía nada mal el respiro. Solo me ocupaba de ti cuando papá trabajaba o si él estaba en casa pero en ese momento no podía atenderte. Vamos, cuando no te quedaba otra.

Todo lo querías con papá. 
"¡Mamá, tú no! ¡"Vetete"! ¡Quiero que venga papá!"
Y oye, alguna vez hace hasta gracia, pero cuando se repite sin cesar, agota, y entristece, y mucho.

Porque la dependencia absoluta de un hijo es agotadora, pero el rechazo es desolador.

Y llevas ya mucho tiempo rechazándome...

Sé que papá es muy divertido, que de todo hace una fiesta y un teatro, que es tu mejor y mayor ejemplo,... 
Pero, ¿y yo? Que te llevé en mi interior nueve meses, que hicimos un equipo estupendo el día que llegaste al mundo, que te alimenté todo lo que pude, que te abracé, te consolé, dormí a tu lado, que leí y me formé para ofrecerte mi mejor versión,...
¿Qué pasa conmigo?

Supongo, y espero, que esto es sólo una etapa, pero ya se me está haciendo muy larga...

La llegada de tu hermano ha supuesto que ya no seamos dos para uno, sino dos para dos, y por lo tanto, nos toque repartirnos casi siempre.
Podría evitar estar contigo, que te acompañase siempre papá, porque es realmente lo que prefieres, pero, pese al rechazo, pese a que tenga que enfrentarme cada vez con el: "Es que quiero que venga papá, tú otro día"; quiero estar contigo. 
Porque creces, y el tiempo se escapa, y no sé cuando te leeré el último cuento para dormir.

Y trato de llevarlo bien, de hacerte reír y no darle importancia la mayor parte de las veces. 
Bueno, sí le doy importancia, sí me duele, pero sé que no es el dolor de mi yo adulta, sino de mi niña interior, que se siente rechazada por quien más debería quererla.
Pero me repongo, la abrazo y le digo que no es algo personal contra ella, que esto pasará, y que volverás a querernos y necesitarnos como hacías hace un tiempo.

Hoy estaba muy cansada, y tú también. 
Y has llorado reclamando a papá, insistiendo en que querías que viniera, que no querías dormir conmigo. 
Y yo he llorado por dentro, y ahora también por fuera. Porque no has querido mi abrazo, porque te has despedido triste de papá, porque parecía que ibas a un mal sitio y no a la cama con mamá a que te leyera cuentos para dormir...

Supongo, y espero, que esto pasará, y que si algún día me lees, habrás vuelto a querer mis abrazos, mi ayuda y mi compañía.